Rebollo / aquella navidad
Mª Encarnación Jaca Uriarte


A Joserra

Domingo, 9 de julio de 1972 

Hoy ya estoy en Dos Caminos. Los tíos y Mikel han venido a recogerme al caserío de los aitites. Mis hermanas pequeñas se han quedado allí a pasar el verano con ellos, pero yo prefiero pasarlo aquí en Dos Caminos. Ahora Mikel está en la cama de al lado leyendo un tebeo de El capitán Trueno. Tiene un montón en el armario. Ya me ha preguntado dos veces que a quién escribo y yo le he contestado que a nadie, que son cosas mías.

La tía me ha dicho que Maite ha subido varias veces preguntando por mí, para saber cuándo llegaba. Se ve que el otro día cumplió también doce años, aunque dice la tía que aparenta más pequeña que yo, parece de la edad de Gotxone.

Me ha contado Mikel que Fernan y los demás bien, pero Manolo ya no va con la pandilla. Desde que lleva pantalones largos va con los chicos de catorce y quince años. Salen al paseo y se van por ahí. A nosotros los tíos lo más lejos que nos dejan ir es por la calle hasta la tienda de Edurne y por el camino viejo de las huertas hasta el caserío de Urribarri. Ahora va con ellos Rebollo, un primo de Fernan que ha venido a pasar el verano y es del barrio de El Fango de Arkotxa. También me ha contado Mikel que Rebollo caza arañas en las zarzas con la mano y que como tiene casi trece años los demás hacen lo que él dice.

Bueno, voy a terminar. El tío no tardará en venir a apagarnos la luz. Hace rato que han quitado la televisión y les oigo hablar en la cocina.

Miércoles, 19 de julio de 1972

Esta mañana hemos ido Mikel y yo hasta la tienda de Edurne a comprar algunas cosas que nos ha encargado la tía. Edurne nos ha regalado una bolsa grande de pipas Facundo para los dos. Después de comer he bajado a la calle con Mikel. Él se ha ido con Fernan y yo me he quedado con Maite y Gotxone en las escaleras del portal para jugar con los recortables de muñecas de Maite. Cuando Mikel ha venido a por la merienda nos ha dicho que decía Rebollo si queríamos ir con ellos a coger moras. Maite, como está por Fernan, enseguida ha dicho que sí y ha subido a casa a dejar los recortables. A mí me ha parecido bien, porque me gusta un poco Rebollo, pero todavía no se lo he dicho a nadie, ni siquiera a Mikel, no sea que se le escape y luego Rebollo se lo tenga muy creído.

Hemos cogido dos bolsas grandes vacías de pipas y hemos ido por el camino viejo hasta la campa. En las zarzas del camino viejo casi no hay moras, porque las coge la gente que pasa por allí, y además están llenas de polvo. Apenas hemos llegado donde los maizales del caserío que tiene Makurra, Fernan ha descubierto un socavón de tierra muy largo y profundo. Fernan, Rebollo y Mikel se han metido dentro y cabían enteros. Ha dicho Rebollo que parecía una trinchera, como las de las películas de guerra, y que podíamos ir un día a jugar a la guerra con la pandilla de la plazoleta de abajo. Nosotras haríamos de enfermeras y ellos lucharían entre los maizales como si fuera la selva. A todos nos ha gustado la idea, pero de repente ha aparecido Makurra gritándonos que nos largáramos de ahí, que no nos quería ver por los maizales. Fernan le ha contestado que la campa no era suya, y Makurra ha levantado la azada que llevaba en la mano y ha hecho un gesto como que venía a por nosotros. Hemos salido corriendo. A mí se me ha caído la bolsa con las moras, menos mal que hemos repartido de la bolsa de Maite. Poco antes de llegar al portal de casa de los tíos, Rebollo ha cogido una araña de las zarzas del camino viejo. La mantenía atrapada con el puño cerrado y me ha preguntado si la quería ver. Yo le he dicho que no, que las arañas me daban mucho asco y además la iba a asfixiar, que la dejara en paz y la tirara a las zarzas. Él se ha reído y me ha acercado la mano a la cara. Le he dicho que era idiota y entonces me ha tirado la araña encima del vestido. Me he puesto a brincar gritando, mientras la sacudía con la ayuda de Maite, que se ha enfadado mucho con Rebollo y le ha empezado a llamar “Rebollo, cara bollo, eres un imbécil”. Gotxone también se ha puesto ha llamarle “Rebollo cara bollo”, y después de que las dos le han llamado “Rebollo, cara bollo” una y otra vez, Rebollo ha dejado de reírse y se ha ido con la cabeza baja hacia el portal donde vive con Fernan. Yo me he disgustado bastante, aunque también me ha dado pena Rebollo.

Luego, en casa, me ha dicho Mikel que le parecía que Rebollo estaba por mí y creía que lo había hecho para impresionarme. Yo no creo que le guste, porque si fuera así no me hubiera tirado una araña encima.

Viernes, 21 de julio de 1972

Hoy estoy emocionada. Ha sido un día muy especial. Esta tarde mientras estábamos Maite, Gotxone y yo en las escaleras del portal jugando con los recortables de muñecas de Maite, han venido Mikel y Fernan a darme un recado de Rebollo. Decía Rebollo que ya nunca más cazaría arañas y me traían de su parte una bolsa de pipas Facundo, de las grandes, para que le perdonara. Yo me he quedado un poco dudosa, pero Maite ha dicho que muy bien y las ha cogido por mí. Se han ido corriendo a decírselo a Rebollo. Al rato han vuelto diciendo si queríamos ir con ellos a jugar a la guerra a la campa, que los de la plazoleta de abajo habían dicho que sí. Maite, Gotxone y yo nos hemos quedado en la trinchera preparando el hospital para los heridos, y los chicos, después de contar, se han escondido entre los maizales. Ha venido Mikel gritando que Fernan estaba herido y necesitaba una enfermera. Maite ha salido corriendo con Mikel, y Gotxone detrás de ella. Yo me he quedado sola en la trinchera hasta que ha venido Rebollo sudando. Me ha dicho que le habían herido en el brazo derecho. Se ha sentado en el suelo de la trinchera y yo me he agachado para curarle. Nunca había estado tan cerca de él y me he puesto un poco nerviosa cuando le he tocado el brazo. No me atrevía a mirarle porque me parecía que él tenía los ojos clavados en mí y, cuando le he mirado de reojo, he notado como se me subía la sangre a la cabeza y he debido de ponerme roja como un tomate. Me ha dado mucha vergüenza porque seguro que se me ha notado un montón. He intentado disimular y, de pronto, hemos oído gritar a Mikel desde dentro de los maizales: “¡Corred!, ¡corred todos, que viene Makurra!” Rebollo se ha levantado deprisa y me ha cogido de la mano tirando de mí, y me ha dicho: “¡vamos, corre!” Hemos corrido de la mano atravesando toda la campa, hasta llegar a las zarzas del camino viejo, donde nos hemos parado. Pero Rebollo no me soltaba la mano y yo hacía como que no me daba cuenta. Estaba tan nerviosa que ha habido un momento en que le he mirado a los ojos, y él me estaba mirando, y yo le he sonreído y él también me ha sonreído. Y cuando he oído que venían corriendo los demás le he soltado la mano. Creo que nadie nos ha visto.

Hace un rato se lo he contado a Mikel, no lo de la mano, sólo que me gustaba mucho Rebollo, pero que me jurara por su vida que no se lo diría a nadie, ni siquiera a Maite, y me lo ha jurado. Él me ha dicho que estaba convencido de que yo también le gustaba a Rebollo, porque solía preguntarle muchas cosas sobre mí y además ¡hasta me había regalado una bolsa grande de pipas Facundo!

Ahora Mikel está en la otra cama. Lee un tebeo de El capitán Trueno y yo voy a terminar de escribir antes de que venga el tío a apagarnos la luz, y pensaré en Rebollo porque quiero soñar con él.

Aquella Navidad

A Valentín Sancho

Aquella Navidad cayó en domingo, y los domingos matrimonios dispuestos a adoptar un hijo se dejaban ver por el orfanato. Bien limpios y arreglados, los niños formábamos en fila para que aquellas personas pudieran elegir. A los cuatro años todos me parecían los mejores padres del mundo. Ante su proximidad me ponía erguido y, conteniendo la respiración, pensaba para mis adentros: ¡Que se fijen en mí!; ¡que me lleven con ellos! Pero siempre pasaban de largo.

En cambio, aquella Navidad pudo hacerse realidad mi sueño. En una de las visitas, la señora del abrigo rojo se inclinó hacia mí y, con una dulce sonrisa, me pellizcó la mejilla con delicadeza. Mi corazón latía muy deprisa mientras la observaba expectante. A continuación hizo la misma caricia al niño de al lado.

A pesar del tiempo transcurrido, todavía hoy, día de Navidad, tarde de domingo, siento la necesidad de estar solo y en silencio.

 
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