A
mi abuelo, por vivir para su familia
“Nadie
tendría algo por lo que vivir si no tuviéramos
algo por lo que merece la pena morir”
(A. Giddens)
Una
caja de madera nada más.
Es de madera buena y tiene un botón para abrirla. Parece un joyero con
una piedra preciosa dentro. Nunca pensé que una pequeña caja de madera
pudiera pesar tanto. Hoy me siento en la playa y miro esta caja entre
mis manos. Pienso en ti. Lo siento Luz, no me atrevo a abrirla. ¡Cuántos
secretos hay dentro! Miro mis manos, esta caja manchada con arena húmeda,
la playa desierta; y sigo pensando en ti. No puedo abrirla todavía,
necesito pasear un poco más. Me vuelvo a abrochar la cazadora y me pongo
a andar de nuevo por la playa. Me sacudo la arena de las manos en los
vaqueros, ando despacio y piso fuerte en la arena para que mis botas
dejen huellas, me gusta girarme de vez en cuando para verlas borrarse.
Esta caja y yo andando por la playa vacía. Oigo el ruido de las olas.
Luz, no dejo de pensar en ti. Qué distinta está esta playa en invierno.
Nuestra playa de aquél verano de los diecisiete años. Veníamos andando
descalzos hasta aquí para alejarnos del apartamento de tus padres. Traíamos
mi toalla grande, aquella azul con dibujos de anclas de barco. Nos sentábamos
juntos en la orilla cerca de alguna barca de pescador. Eran barcas viejas
con la madera siempre húmeda y la pintura gastada por las olas y el
sol. Ahora me siento en una de esas barcas con esta caja de madera entre
las manos. Han pasado ya diez años, pero en Cádiz todavía quedan pescadores.
Luz, aún no me atrevo a abrir la caja. Le sacudo la arena y acaricio
la madera suave con las dos manos; tengo que pensar un poco más. En
esta misma arena me sentaba durante horas contigo, aunque ya no deben
quedar huellas. Hablábamos sin parar toda la tarde. Tú ya me hablabas
de cambiar las cosas para no ser de mayor como tus hermanas, no aguantabas
a sus novios. Ya entonces querías ser diferente y no soportabas que
te preguntaran por mí; decías que algunas palabras atan. Yo te daba
la razón sin dejar de mirar tus ojos verdes y cerrando un poco los párpados
para soportar la luz de la puesta de sol. Mirábamos el horizonte y las
gaviotas. Tú decías que una gaviota era capaz de cruzar el estrecho,
yo seguía sonriendo a tus ojos verdes, me encantaba creérmelo sin ni
siquiera pensar en ello. Soñábamos con comprar una barquita de pesca;
tú la querías llamar África, ya estabas obsesionada con ir allí. Recuerdo
que hacías fotos al horizonte para ver si alguna vez salía el otro lado.
Seguro que esta caja conserva alguna de esas fotos. Esos días nos quedábamos
hasta el final de la tarde y nos bañábamos cuando no quedaba nadie en
la playa. Decías que las olas son nuestras mejores amigas porque esconden
nuestros secretos en el mar, bajo la arena, donde nadie nos ve. Tus
finos dedos en mis labios, los besos sabor a sal, tus manos en mi espalda,
las caricias debajo del agua, secar tu pelo largo y rizado con aquella
toalla azul. Así crecimos en esta playa, escondiendo secretos y sumando
veranos, conociendo nuestros cuerpos de tentación en tentación. ¡Cuántos
secretos hay dentro de esta caja! Sólo tú y yo lo sabemos. La sigo sacudiendo
la arena con mis manos, ya está casi limpia. Es de madera buena y no
tiene muescas ni ribetes, ni una marca. Es lisa y suave, como tu piel
de entonces. Aquellos días jugábamos por la noche al teatro de los bares,
copiando gestos y dando trazos al dibujo que queríamos ser. Y cuando
nos apagaban las luces me quitabas en esta misma playa aquella camisa
blanca que tanto te gustaba, la de los botones de madera. Esos veranos
escuchamos canciones que hicimos nuestras. “Salir, tocar, para verte
sonreír, coger al vuelo el sentido de vivir...”, cuántas letras de canciones;
no han cabido todas en esta caja, es demasiado pequeña. Letras simples
para historias que se fueron haciendo agridulces. Luz, no sé cuándo
dejamos de cantarlas, poco a poco nos obligaron a crecer y a tener que
buscar motivos para sonreír. Tampoco sé qué paso con mi toalla azul
ni con aquella camisa blanca, la de los botones de madera. Intentamos
seguir juntos jugando a ser niños mayores. Pero un buen día descubriste
que los sueños de niños no se cumplen lejos del mar, así que decidiste
cruzar el horizonte para crear en África tu propia historia. Tus ojos
me miraron más verdes que nunca y me dijiste que necesitabas creer en
algo. Me hablaste de cambiar la letra de canción que te habían escrito
desde niña. Así cruzaste a África mirando al horizonte, y buscando en
el mapa llegaste hasta aquella locura de Ruanda. Quisiste ser parte
de África y ayudar a un pueblo a evitar lo inevitable. Y como parte
de África te fuiste para siempre con aquella locura, como víctima de
un sueño que quisiste hacer tuyo en un país que tampoco era tuyo; si
es que los países son de alguien. Ahora creo que es mejor no abrir esta
caja de madera. Mejor será dejar que las olas entierren en el mar estas
cenizas de lo vivido y lo soñado. Bajo la arena. Donde nadie nos ve.
Collage de descubrimientos
Cine
mudo
El
cine mudo en color existe.
Yo lo vi. Aquél día no se oían las voces del bar. Hasta la letra de
nuestra canción se enmudeció. Ningún sonido. Sólo se veían sus fotogramas
en color. Sus manos delgadas y la taza de café, sus piernas cruzadas
igual que siempre, su rizo bailando entre las largas pestañas, su forma
de mover el azúcar, sus labios acariciando el borde la taza de café.
La luz era perfecta para unas pupilas tan abiertas. Ningún ruido, sólo
el eco de unos latidos. Nunca se ha escrito un guión de gestos tan real.
Y sus ojos siempre ausentes de este atento espectador. Lástima que aquél
día su guión dijera que teníamos que hablar.
Mapas
en blanco y negro
Hay
un mapa del mundo
que no tiene colores. Lo ha pintado mi sobrino con un lápiz negro y
un papel blanco. Mi sobrino tiene ocho años y yo le he dicho que ya
era mayor para empezar a usar colores. Le he pedido que pintara los
países con distintos colores. ¿Por qué con distintos colores tío? Porque
los países son diferentes y los tienes que pintar con colores distintos.
¿Por qué tío? Porque así puedes ponerles distintos nombres. ¿Y por qué
tío? Pues porque es así y ya está. Pero es que yo no me sé los nombres.
Pues así te los aprendes por colores y aprendes a distinguir a unos
países de otros. ¿Y para qué tío? Para que así conozcas el mundo. ¡Pues
yo no quiero!, los voy a pintar sin colores y así no me equivoco.
Sonidos
al vacío
Pí.
Apagar el sistema. pí.
Espere mientras se cierra el sistema. pí. Ya puede apagar el equipo.
pí. Hasta el lunes, doña Pilar, que tenga un buen fin de semana. pí.
Un mensaje recibido. pí. MOVIL RAFA. pí. NO PUEDO QUEDAR ESTA NOCHE,
T LLAMO MAÑANA Y HABLAMOS, 1 B, R. pí. ¿Borrar mensaje? pí. Borrando
mensaje. pí. Próxima estación Alonso Martínez, correspondencia con línea
4. pí. Buenas noches, doña Pilar, le ha llegado una carta del banco,
se la he dejado en su buzón. pí. El servicio contestador le informa
de que no... pí. Buenas noches, a continuación los titulares del telediario
con las noticias más importantes de este viernes. píííííí, píííííí,
píííííí. Hola, soy Rafa, ahora no estoy en casa pero deja tu mensaje
después de... pí. Batería baja. pí. Telepizza, habla con Carlos, ¿desea
hacer algún pedido? pí. Muy buenas noches a todos, bienvenidos a otro
programa de Tómbola. pí. Batería baja. pí. ¿Desconectar móvil? pí. Aceptar.
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