Donde nadie nos ve / collage de descubrimientos 
Álvaro Jarillo


A mi abuelo, por vivir para su familia

“Nadie tendría algo por lo que vivir si no tuviéramos
algo por lo que merece la pena morir” 
(A. Giddens)

Una caja de madera nada más. Es de madera buena y tiene un botón para abrirla. Parece un joyero con una piedra preciosa dentro. Nunca pensé que una pequeña caja de madera pudiera pesar tanto. Hoy me siento en la playa y miro esta caja entre mis manos. Pienso en ti. Lo siento Luz, no me atrevo a abrirla. ¡Cuántos secretos hay dentro! Miro mis manos, esta caja manchada con arena húmeda, la playa desierta; y sigo pensando en ti. No puedo abrirla todavía, necesito pasear un poco más. Me vuelvo a abrochar la cazadora y me pongo a andar de nuevo por la playa. Me sacudo la arena de las manos en los vaqueros, ando despacio y piso fuerte en la arena para que mis botas dejen huellas, me gusta girarme de vez en cuando para verlas borrarse. Esta caja y yo andando por la playa vacía. Oigo el ruido de las olas. Luz, no dejo de pensar en ti. Qué distinta está esta playa en invierno. Nuestra playa de aquél verano de los diecisiete años. Veníamos andando descalzos hasta aquí para alejarnos del apartamento de tus padres. Traíamos mi toalla grande, aquella azul con dibujos de anclas de barco. Nos sentábamos juntos en la orilla cerca de alguna barca de pescador. Eran barcas viejas con la madera siempre húmeda y la pintura gastada por las olas y el sol. Ahora me siento en una de esas barcas con esta caja de madera entre las manos. Han pasado ya diez años, pero en Cádiz todavía quedan pescadores. Luz, aún no me atrevo a abrir la caja. Le sacudo la arena y acaricio la madera suave con las dos manos; tengo que pensar un poco más. En esta misma arena me sentaba durante horas contigo, aunque ya no deben quedar huellas. Hablábamos sin parar toda la tarde. Tú ya me hablabas de cambiar las cosas para no ser de mayor como tus hermanas, no aguantabas a sus novios. Ya entonces querías ser diferente y no soportabas que te preguntaran por mí; decías que algunas palabras atan. Yo te daba la razón sin dejar de mirar tus ojos verdes y cerrando un poco los párpados para soportar la luz de la puesta de sol. Mirábamos el horizonte y las gaviotas. Tú decías que una gaviota era capaz de cruzar el estrecho, yo seguía sonriendo a tus ojos verdes, me encantaba creérmelo sin ni siquiera pensar en ello. Soñábamos con comprar una barquita de pesca; tú la querías llamar África, ya estabas obsesionada con ir allí. Recuerdo que hacías fotos al horizonte para ver si alguna vez salía el otro lado. Seguro que esta caja conserva alguna de esas fotos. Esos días nos quedábamos hasta el final de la tarde y nos bañábamos cuando no quedaba nadie en la playa. Decías que las olas son nuestras mejores amigas porque esconden nuestros secretos en el mar, bajo la arena, donde nadie nos ve. Tus finos dedos en mis labios, los besos sabor a sal, tus manos en mi espalda, las caricias debajo del agua, secar tu pelo largo y rizado con aquella toalla azul. Así crecimos en esta playa, escondiendo secretos y sumando veranos, conociendo nuestros cuerpos de tentación en tentación. ¡Cuántos secretos hay dentro de esta caja! Sólo tú y yo lo sabemos. La sigo sacudiendo la arena con mis manos, ya está casi limpia. Es de madera buena y no tiene muescas ni ribetes, ni una marca. Es lisa y suave, como tu piel de entonces. Aquellos días jugábamos por la noche al teatro de los bares, copiando gestos y dando trazos al dibujo que queríamos ser. Y cuando nos apagaban las luces me quitabas en esta misma playa aquella camisa blanca que tanto te gustaba, la de los botones de madera. Esos veranos escuchamos canciones que hicimos nuestras. “Salir, tocar, para verte sonreír, coger al vuelo el sentido de vivir...”, cuántas letras de canciones; no han cabido todas en esta caja, es demasiado pequeña. Letras simples para historias que se fueron haciendo agridulces. Luz, no sé cuándo dejamos de cantarlas, poco a poco nos obligaron a crecer y a tener que buscar motivos para sonreír. Tampoco sé qué paso con mi toalla azul ni con aquella camisa blanca, la de los botones de madera. Intentamos seguir juntos jugando a ser niños mayores. Pero un buen día descubriste que los sueños de niños no se cumplen lejos del mar, así que decidiste cruzar el horizonte para crear en África tu propia historia. Tus ojos me miraron más verdes que nunca y me dijiste que necesitabas creer en algo. Me hablaste de cambiar la letra de canción que te habían escrito desde niña. Así cruzaste a África mirando al horizonte, y buscando en el mapa llegaste hasta aquella locura de Ruanda. Quisiste ser parte de África y ayudar a un pueblo a evitar lo inevitable. Y como parte de África te fuiste para siempre con aquella locura, como víctima de un sueño que quisiste hacer tuyo en un país que tampoco era tuyo; si es que los países son de alguien. Ahora creo que es mejor no abrir esta caja de madera. Mejor será dejar que las olas entierren en el mar estas cenizas de lo vivido y lo soñado. Bajo la arena. Donde nadie nos ve. 

Collage de descubrimientos

Cine mudo 

El cine mudo en color existe. Yo lo vi. Aquél día no se oían las voces del bar. Hasta la letra de nuestra canción se enmudeció. Ningún sonido. Sólo se veían sus fotogramas en color. Sus manos delgadas y la taza de café, sus piernas cruzadas igual que siempre, su rizo bailando entre las largas pestañas, su forma de mover el azúcar, sus labios acariciando el borde la taza de café. La luz era perfecta para unas pupilas tan abiertas. Ningún ruido, sólo el eco de unos latidos. Nunca se ha escrito un guión de gestos tan real. Y sus ojos siempre ausentes de este atento espectador. Lástima que aquél día su guión dijera que teníamos que hablar.

Mapas en blanco y negro

Hay un mapa del mundo que no tiene colores. Lo ha pintado mi sobrino con un lápiz negro y un papel blanco. Mi sobrino tiene ocho años y yo le he dicho que ya era mayor para empezar a usar colores. Le he pedido que pintara los países con distintos colores. ¿Por qué con distintos colores tío? Porque los países son diferentes y los tienes que pintar con colores distintos. ¿Por qué tío? Porque así puedes ponerles distintos nombres. ¿Y por qué tío? Pues porque es así y ya está. Pero es que yo no me sé los nombres. Pues así te los aprendes por colores y aprendes a distinguir a unos países de otros. ¿Y para qué tío? Para que así conozcas el mundo. ¡Pues yo no quiero!, los voy a pintar sin colores y así no me equivoco.

Sonidos al vacío

Pí. Apagar el sistema. pí. Espere mientras se cierra el sistema. pí. Ya puede apagar el equipo. pí. Hasta el lunes, doña Pilar, que tenga un buen fin de semana. pí. Un mensaje recibido. pí. MOVIL RAFA. pí. NO PUEDO QUEDAR ESTA NOCHE, T LLAMO MAÑANA Y HABLAMOS, 1 B, R. pí. ¿Borrar mensaje? pí. Borrando mensaje. pí. Próxima estación Alonso Martínez, correspondencia con línea 4. pí. Buenas noches, doña Pilar, le ha llegado una carta del banco, se la he dejado en su buzón. pí. El servicio contestador le informa de que no... pí. Buenas noches, a continuación los titulares del telediario con las noticias más importantes de este viernes. píííííí, píííííí, píííííí. Hola, soy Rafa, ahora no estoy en casa pero deja tu mensaje después de... pí. Batería baja. pí. Telepizza, habla con Carlos, ¿desea hacer algún pedido? pí. Muy buenas noches a todos, bienvenidos a otro programa de Tómbola. pí. Batería baja. pí. ¿Desconectar móvil? pí. Aceptar.

 
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