Perfectamente
Guillermo Muñoz

 

¿Qué camino seguir y por qué o dónde o qué?
Henry Miller

—¿Es usted cura por casualidad? 
—¿Cura? No, no. Yo no curo nada, señora. 
—Entonces ¿es usted confesor?
—Se equivoca conmigo, señora, yo no curo ni confieso.
—Déjeme pensar entonces, es usted… ¿Meteorólogo, quizás?
—Nada que ver, señora. Ya le he dicho que se equivoca.
—Pero entonces… ¿Puedo saber con quién diablos estoy hablando?
—Soy el del otro día, señora, el de la parada del autobús.
—Ni idea. No tengo ni la menor idea de con quién estoy hablando. Además, he conocido a tantos hombres en paradas de autobús… Si le digo la verdad, no he conocido a un solo hombre que no fuera en una parada de autobús.
—Me deja usted helado, señora. Yo creí que lo nuestro había sido algo muy especial.
—¿Especial, dice? 
—Sí, para mí es usted una persona muy especial. Se sorprendería si le dijera lo especial que es.
—Pues no veo que tenga yo nada de especial.
—…
—Oiga, oiga ¿está usted ahí?
—…
—Entonces… ¿ya no quiere usted hablar?
—No, si no es eso, es que de repente me he dado cuenta de que llovía. ¿Tiene usted alguna ventana cerca?
—Estoy en la cocina, pero si me da un minuto, me acerco al patio y lo compruebo.
—…
—…
—…
—Pues es verdad. Llueve fuerte.
—A mares, señora, llueve a mares.
—Es verdad, hay días en que parece como si la lluvia cayera dentro de ti y entonces…
—Entonces no te queda más remedio que salir.
—O mirar.
—¿Mirar, dice?
—Oiga, oiga, ¿está usted ahí?
—…
—A usted tampoco le gustan los días de sol, ¿verdad?
—A mí sí, señora, a mí mucho.
—No es verdad. Usted sólo llama cuando llueve.
—¿Le gusta? ¿Le gusta que la llame cuándo llueve?
—Sí.
—¿Está segura? ¿No preferiría que le llamara otro?
—¿Otro? ¿Quién?
—No sé, otro.
—No veo quien me iba a llamar a mí, sino usted.
—¿Yo?
—Sí, usted.
—Yo no la he llamado, señora.
—¿Cómo dice? ¿No ha sido usted quién me ha llamado?
—Imposible, no tengo teléfono.
—Es raro.
—Sí. Últimamente pasan cosas muy raras.
—¿Por ejemplo?
—El otro día casi viene el autobús y, francamente, me gustó.
—Eso no es nada, si yo le contara…
—Cuente, cuente.
—El otro día conocí a alguien.
—En ese caso… Podría decirme que…
—Un chaparrón, señora. Un violento chaparrón. Desde aquí puedo ver a la gente refugiarse.
—¿Los ve usted a todos?
—A todos, señora.
—¿Está usted seguro de que no se le escapa nadie?
—Nadie, señora. Tengo una vista privilegiada. 
—Entonces, dígame, ¿hay alguna parada de autobús por ahí cerca?
—Muy cerca, señora.
—¿Y puede usted ver a la mujer que se está empapando en la parada?
—Perfectamente, señora, perfectamente.

 
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