Y pensar que fuimos novios
Josu Ojeda López

 

Para Esther, Itxasne y Andrea.
Gracias, porque es vuestro.

Me gusta mirar a Sandra y pensar que fuimos novios. Me gusta porque ella me cuenta montones de cosas y ni se le pasa por la cabeza que yo pueda estar pensando algo así, algo tan importante para mí y tan olvidado para ella, supongo. Algo de lo que nunca me atrevo a hablar, quizá por miedo a su reacción, quizá por un extraño egoísmo que me hace callar y guardármelo sólo para mí, pues tengo miedo de que al dejarlo libre desaparezca para siempre.

Ella, por su parte, tampoco ha hablado nunca de ello, al menos conmigo. En su caso la explicación es más sencilla. Sin lugar a dudas, en un principio, lo calló por vergüenza, por esa estúpida costumbre que tenemos las personas de pensar que si no se vuelve a hablar de algo es como si ese algo jamás hubiera ocurrido. Después, con el tiempo, habrá ido creyéndose esta mentira hasta el punto de que, ahora, probablemente, esté convencida de que nunca fuimos novios.

Yo lo mantengo para mí, para cuando me siento solo o para cuando estoy con ella. Para cuando paseo por las calles por las que anduvimos juntos o para cuando me siento en los bancos que ocupamos juntos, mirando a los árboles que nos vieron juntos y pensando si, en su silencio, como yo cuando estoy con ella, estarán pensando en que fuimos novios, y tal vez ríen o tal vez lloran. No sé en qué piensan los árboles.

Me gusta mirar sus labios que hablan y pensar que son tan tiernos y frescos como cuando fueron míos. Me gusta mirar sus manos que gesticulan y pensar que son tan suaves y cálidas como cuando fueron mías. Me gusta escuchar su risa y pensar que aún responde a mis cumplidos, y no a esas anécdotas suyas que ni siquiera escucho. No sé cómo no se da cuenta de que yo no quedo con ella para escuchar a la Sandra que es ahora, que yo no le escribo las cartas a la Sandra que es ahora, que yo no voy a la casa de la Sandra que es ahora. Yo sólo la quiero para mirarla y pensar en la Sandra que fue mía.

Me gusta mirar a Sandra y recordar algunos momentos que pasamos juntos. Recuerdo unas convivencias con unas literas unidas en las que me enamoré de ella. Recuerdo un día en el Parque de Atracciones, cómo cuando iba a pedírselo cerraron delante de mis narices la barraca que iba a ser testigo de nuestro destino. Recuerdo una excursión en la que se enfadó conmigo por hacer una tontería con su ropa interior y una silla. Recuerdo un concierto de Silvio y un partido de baloncesto. Recuerdo museos y teatros, ríos y garajes, todos son recuerdos buenos. Como dice Serrat, “el olvido sólo se llevó la mitad”.Pero no todo fue tan bueno. Recuerdo también, aunque con menor claridad, discusiones en el metro, en mi casa, en la suya y en la calle. Broncas por tonterías que siempre me echaba ella y que yo escuchaba tranquilo pero dolido por dentro. Recuerdo un banco verde delante de mi colegio en el que cierto día decidí dejarla, algo que nunca llegó a perdonarme, y que me devolvió más tarde en la puerta de una iglesia. Recuerdo que durante un tiempo decidí no quererla, o creí no hacerlo por no poder permitírmelo. Recuerdo perder a un amigo que no entendía por qué dedicaba tanto tiempo a acordarme de una chica que no me hacía ningún caso. En relación a este asunto hay una frase de un genio de la comedia que decía algo así: “Mi psicoanalista me dijo que me olvidara de ti, pero eras tan guapa que cambié de psicoanalista.” Sustituyendo la palabra psicoanalista por mi mejor amigo, ésta frase podría ser mía.

Me gusta mirar a Sandra y pensar que fuimos novios. Me gusta pensar que ella, alguna vez, para bien o para mal, también ha pensado que fuimos novios y, durante un momento, se para a imaginar qué podría haber pasado si no hubiera rectificado a tiempo.

Me gusta mirar sus fotos y leer sus cartas, que aunque me sé de memoria despiertan en mí sentimientos de entonces. Sentimientos de entonces que despiertan también cuando escucho en silencio algunas canciones que acompañaron pacientes mis momentos de tristeza cuando ya no éramos novios. Hay dos sobre todo que nunca abandonarán mi recuerdo: Amo tanto la vida de Ismael Serrano y Si pudiera de Los Suaves, de la que me marcó en su día la voz cascada gritando “Qué me has hecho, me quitaste la vida, sólo pienso en la muerte.”A veces me siento triste y doy un paseo hasta su casa, tranquilamente, sin pensar en nada más que en cuando fuimos novios. Hace ya varios años de eso, y todavía no he conseguido olvidarlo, aunque en ocasiones he creído que sí que lo había hecho. Lo que pasa es que no quiero, porque la tristeza y los recuerdos es lo único que mantengo del tiempo en que fuimos novios.

Me gusta mirar a Sandra y pensar que fuimos novios. Fuimos novios. Nunca un pretérito significó tanto.

 
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