La historia jamás contada del Apolo XIII
Fernando Alomar


Diez. Nueve. Ocho
. Siete. Seis. Cinco. Cuatro. Tres. Dos. Uno. Uno. Uno. Uno. Uno. Uno. Uno. Uno. Uno. Uno. Uno. Uno. Uno. Uno. Uno.

—¡¡¡Qué coño pasa aquí!!!

Los gritos de Gene Kranz, director del equipo de control de la misión espacial, se escuchan por toda la sala.

Kranz se gira hacia los técnicos informáticos.

—¡Y vosotros, qué hacéis ahí parados! ¡Moved el culo, revisad los sistemas, descubrid por qué cojones no ha despegado ese trasto. ¡Y arregladlo antes de que cuente diez!

Todos los técnicos se ponen a trabajar frenéticamente. Kranz se levanta y va de una mesa a otra, mirando los monitores, buscando alguna pista de lo que ocurre. Suena un teléfono. El ayudante de Kranz lo coge. Tapa el micrófono del auricular y hace una señal a su jefe.

—Es el presidente.

—Dile que estoy ocupado. Tirándome a su mujer.

Silencio sepulcral. El ayudante responde al teléfono:

—Gene está ocupado, señor presidente. En un minuto habremos solucionado el problema.Kranz sigue moviéndose frenéticamente entre las mesas.

Una voz ligeramente distorsionada se cuela por los altavoces.

—Houston, ¿algún problema?

—Ninguno, Jim. Enseguida despegáis.

Uno de los técnicos lanza un grito:

—¡Listo! Podemos empezar la cuenta atrás.

—Espero que sea verdad, por que si no te vas a poner tú al teléfono cuando llamen otra vez de la Casa Blanca.

Kranz vuelve a su sitio. Comienza otra vez la cuenta atrás.

Diez. Nueve. Ocho. Siete. Seis. Cinco. Cuatro. Tres. Dos. Uno. Cero.

El Apolo XIII despega. El ayudante de Kranz suspira.

—Al final ha sido una tontería.

Kranz mira fijamente la pantalla gigante de televisión.

—No sé, no sé...


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