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Vino un chino
y nos vendió un mechero
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Aquí tienes
el prólogo y todos los relatos de Vino un chino y nos vendió
un mechero, la antología de cuentos publicada por el Taller de
Escritura de Madrid en mayo de 2001.
Prólogo de Javier Sagarna
Relatos de los autores
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Prólogo
(Javier Sagarna) |
No
sabría decir después de qué sueño
intranquilo mi hijo Diego amaneció convertido en
gato. Fue una sorpresa, pero ya nos hemos acostumbrado.
Le llamamos Carboncito y es un gato negro, de largos bigotes
plateados y grandes ojos de color miel. Es un gato precioso.
Carboncito persigue a la niña por el pasillo, corre
detrás de cualquier pelota, se nos enreda en las
piernas y, si me siento un rato delante de la televisión
para ver el resumen del partido del Real Madrid o los
desastres del telediario, se me encarama en las rodillas,
ronronea y se hace acariciar. Hay veces que me cuesta
reconocer al niño detrás de la máscara
de gato negro que, no sé cómo, apareció
en casa creo que por carnaval.
Y es que, cuando se transforma en Carboncito,
Diego se lo toma muy en serio. No le basta con ser medio
gato, o casi un gato, ni mucho menos un niño
disfrazado de gato. No. Carboncito es un gato de verdad
así que, cuando representa su papel, mi hijo
anda a cuatro patas, bebe la leche a lengüetazos
aunque tarde un siglo en terminarse un vaso, persigue
ratones de aire y no habla por mucho que uno trate de
tenderle trampas. Modula sus maullidos, eso sí
(un mau, mau, sorprendentemente similar al de los gatos
de verdad) y, últimamente, ha aprendido a sacar
las uñas si algo no le gusta. Luego, cuando se
aburre, se esconde detrás de cualquier mueble,
se quita la máscara y reaparece preguntando si
hemos visto al gato.¿Por qué cuento esto?
Hombre, pues por darle colorines a este papel de envolver
que es todo prólogo, claro, pero sobre todo porque
creo que los 104 autores que publican en este libro
también tienen un gato. Todos los escritores
tenemos un gato y son sus aventuras lo que nos sentamos
a escribir. Yo diría que es él quién
escribe casi siempre, aunque luego nos toque a nosotros
ordenarle las ideas. Algunos escritores tienen un gato
serio y otros un gato metafórico y minimalista,
están los que persiguen a su gato ladrón
y también los que buscan tras la pista de su
gato detective, el gato de algunos es un juerguista,
un gamberro cabezaloca con los chistes siempre a mano,
mientras que el de los más tiende a triste y
azul, a pesimista, a agobiado por los males de la vida
y la injusticia final de la muerte. Algunos, cómo
no, cambian de gato casi en cada cuento.
Y es que, tal y como yo lo veo, un escritor
no es sino un hombre o una mujer que sabe convertirse
en gato, que sabe que el suyo es un gato de verdad y
se lo toma tan en serio que es capaz de andar a cuatro
patas y tardar un siglo para beberse la leche a lengüetazos.
Un hombre o una mujer en contacto con su gato personal.
Con eso que estamos llamando gato y otros han llamado
imaginación, talento, inspiración o capacidad
fabuladora. Un devorador de ratones de aire.
Por eso, la función de un Taller de Escritura
no es otra que ayudar al escritor a establecer una relación
fluida con su gato y también, esto es importante,
a modular sus maullidos y a sacar las uñas cuando
hace falta meter en cintura a alguna frase. Aceite.
Cada vez que Enrique habla del punto de vista, cuando
Ángel la emprende con lo de quitar informantes
y poner indicios o insiste en que faltan los sentimientos,
siempre que Isabel repasa las diferencias entre personajes
planos y personajes redondos, o Carlos da vueltas a
los puntos de giro, o yo me pongo pesado con cualquiera
de las muchas cosas/cosas que he aprendido de ellos,
sólo estamos tratando de echar aceite en los
engranajes de esa extraña relación en
la que un escritor y un gato comparten el mismo cuerpo.
Muchas veces, en clase, hemos hablado
de las dos figuras que trabajan dentro de cada escritor:
el creador y el corrector. El gato intuitivo y el humano
razonador. Y los 104 autores de este libro saben bien
lo fácil que resulta que el corrector yo
siempre lo veo como un americano gordo de pies enormes
que cada clase se sienta a la mesa larga del Taller
para ponerse morado de técnica machaque
al gato de un pisotón cada vez que el bicho quiere
asomar la cabeza. Y por ahí sólo se llega
al bloqueo, a la frustración de la página
en blanco, al yo no valgo, y se acaba entornando
la puerta por la que, al menor descuido, se nos escapa
el gato.
Así que el escritor tiene que
cuidar al gato, a su niño juguetón, dejarle
que diga lo quiera con la tranquilidad de que después,
sólo después, llegará el corrector,
el gordo bien entrenado y cebado de técnica,
para revisar, rehacer, limpiar, fijar y dar esplendor.
No es fácil ser escritor. El
escritor vive partido en dos, roto, consciente. La vida
se le va en perseguir al gato, en buscar luego la manera
de conciliar en cada cuento sus fantasías, sus
asociaciones imposibles, con la manía del gordo
por el orden y la claridad. Y no tiene más remedio.
El gato está allí para no dejarle olvidar
que la vida es mucho más que el sofá,
la tele y el mando a distancia para cambiar de canal
cuando llega la publicidad, que las historias se esconden
incluso detrás de los partidos del Real Madrid,
tras los desastres del telediario, bajo el maquillaje
barato de los famosos basura. Y que tiene que contarlo.
Una tarea que, así exagerando, pone a los 104
de este libro a la altura de aquellos 101 espartanos
que a las órdenes de un rey de nombre felino
defendieron la cultura griega en las Termópilas.
Leónidas y los 101. El gato y los 104. Y enfrente
un millón de persas. Así nos va. Casi
tan mal como les fue a los espartanos. Todo el día
a palos con el gato. Necesitándolo y defendiéndonos
de él. Utilizándolo, aunque muchas veces
no se quiera dejar. Perdiendo el sueño cada vez
que no somos capaces de verlo por mucho que miramos
alrededor, cuando lo llamamos y no contesta. Agobiados.
Acosados por persas sin gato y gatos persas. Tristes
hasta que un día, tal vez tomando una caña
con los amigos a la salida del Taller, viene un chino,
nos vende un mechero, y escuchamos el maullido del gato
dentro de la cabeza y nos salen de golpe 104 cuentos.
Y entonces, con este libro entre las manos, casi somos
felices.
El otro día, a la vuelta de las
vacaciones de Semana Santa, Carboncito no estaba. El
niño no lo había mencionado, pero yo sabía
que tenía tantas ganas de reencontrarse con él
como con la oveja de peluche que nada más llegar
se echó al bolsillo. Pero Carboncito no aparecía.
Lo buscamos entre los juguetes, debajo de las camas,
levantamos todos los cojines del sofá. Nada.
Le prometí que compraríamos otra careta
y el niño, a regañadientes, pareció
aceptarlo, pero se quedó tristón y al
cabo de un rato, por una nimiedad, organizó una
pataleta de espanto.
Estaba desconsolado. Y entonces, detrás
de la cómoda de nuestro cuarto, mi mujer encontró
la careta. Negra, con largos bigotes plateados, vacía
sólo hasta que Diego se la puso y Carboncito
empezó a perseguir a la niña por el pasillo
y a enredársenos entre las piernas. No había
un niño más feliz. Parecía un escritor
escribiendo un cuento.
Javier Sagarna, abril de 2001
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Índice
de autores de Vino un chino y nos vendió un
mechero |
Las chicas
del bikini, A. I. Z.
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Tensión
alta, Charo Alba
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Ibagarac,
Alekos
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La historia
jamás contada del Apolo XIII,
Fernando Alomar
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Mis viajes
al interior / El metro, Javier Arranz
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Dragón,
Oswaldo Berenguer
|
La iguana,
Mercedes Blázquez
|
Hace un
mes y veintiocho días, Belén Bodemer
|
¿Qué más
da, antes de morir? / Microcuentos, Luz Patricia
Cajiao Murillo
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Bitácora,
Isabel Calvo
|
Amenazas,
Cecilia Canal
|
Culto a
la heroína, Victoria Carmena
|
El tarro
de Nescafé, Begoña Carrera
|
La santa
dolencia / Levantarse sin dolor, Conrado Carretero
Herráez
|
Antropofagia,
Francisca de Ceballos
|
Telediario
/ Efectos secundarios, Elena Cebollero Prado
|
Piedra,
Patricia Cereijo
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Ellas,
la noche y la música, Rafa Cervera
|
¿Tomamos
un cafelito?, Nieves Díaz
|
El voyeur
voyeurizado, Rosa M.ª Duarte Florido
|
Fuga
en el Taller / Fragmentos, Margarita España
Villasante
|
Tersifón,
José Fernández del Vallado
|
El hombre
que regaba el jazmín, Luis Ferrer i Balsebre
|
Esos pájaros
blancos y negros / Carta abierta a una ONG,
Carmen Fuentes García
|
Sexto sentido,
Juana Galindo
|
Esa
noche dormía sola, Vicente García Gandía
|
Noche de
baile, Carmen García-Roméu
|
Mensajes
exclusivos, Isabel Gómez
|
La grieta,
Elena Gómez Aguilar
|
Alta Velocidad
Española, M.ª Sol Gómez Arteaga
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El trabajo
de Historia, Chema Gómez de Lora
|
Historia
de una escalera / Más grande, más pequeño,
Paco Gómez de Lora
|
Imborrable
sospecha, Lady González
|
Eufóricos,
Cristina González Álvarez
|
Migas /
El beso, Sonia González Marín
|
El puzzle,
Mercedes Guardia Rosales
|
Donde duerme
el agua / El abuelo / Un problema pequeño,
La O Guillén
|
Espartanos,
Pedro Herrasti
|
Rompecabezas,
Carlos Hidalgo
|
Pastores,
venid, Elena del Hoyo
|
Mis leones
/ La ventana, Pablo Insua García
|
Los zapatos,
¿y los zapatos? / El jardinero Jota, Aránzazu
de Isusi
|
Luces /
Daniel, Nuria Izquierdo
|
Rebollo
/ Aquella Navidad, Mª Encarnación Jaca Uriarte
|
Donde nadie
nos ve / Collage de descubrimientos, Álvaro
Jarillo
|
Tania,
Carlos Jiménez Valencia
|
Diez pajas,
Ismael El Kadaoui Calvo
|
La línea
gris / Mi mamá, Alice Kekejian Hernando
|
El sueño
/ el anillo, Javier Lara Expósito
|
La equivocación,
David Lastras
|
Las moscas
borrachas / Juguetes robados, Jesús Liante
Sánchez
|
Eternas
rivales / Transportes singulares, Lucio Liaño
|
En el tren
/ Convivencia, Gabriela Llanos
|
El verano
de las libélulas, Lara López
|
Adán y
Eva, Zelia López
|
Cuento
de Navidad / La primera vez, Susana López
Chana
|
Paco,
Marisa Mañana Ekoro
|
Vendedores,
Concha Márquez Olozagarre
|
Inmadurez,
Pedro Antonio Martín
|
Lidia,
Pilar Martín de Castro
|
Gritos,
Dori Martínez Monroy
|
Punto de
cruz, Eloísa Martínez Santos
|
Crío caprichoso
/ No era verano / Microcuentos, Ana Martos
Carmona
|
Cuento
con moto y frijoles / Marinería, Inés Mendoza
|
Abel y
Caín / Microcuentos, Emilio de Miguel
|
Vecinos,
Beatriz Montero
|
Viaje al
Caribe, Flor Moral
|
Los frasquitos
de penicilina / ¡Todo es una mierda!, Chelo
Morales
|
En la ventana,
Dolores Morán Carrillo
|
Perfectamente,
Guillermo Muñoz
|
Violeta
y Negro / Mundo y caza, Carmen Narbarte
|
El regalo
de cumpleaños, Luis Félix Navarro Parada
|
Y pensar
que fuimos novios, Josu Ojeda López
|
Obsesión,
Estela Noemí Once
|
Viernes
noche, Begoña París Garcés
|
La
carta en la niebla / Brevedades, Diego Parra
|
Los
besos que no te di / Flores en la farola,
Marisol Perales
|
El parque,
Manuel Pérez Martí
|
Sin título,
Samuel Pérez Mombiedro
|
El muerto,
Ismael Perpiñá
|
Plaza Castilla,
Juan Pimentel
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No era
suciedad / ¡Veo OVNIs!, Eva Prats
|
Me muero
de ganas de... / Fin de fiesta, David Prida
del Monte
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La mirada,
Patricia Rivas Lis
|
A veces...
/ Damián, Antonio Rodríguez Menéndez
|
Bruno,
Mara Sacristán
|
La
mirada logarítmica, José San Leandro Ros
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Madurar,
Mª Elena Sanemeterio
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Milagro,
Amparo Seijo
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Homenaje
a Oscar Wilde, Sharon E. Smith
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Tic-tac
/ La pared, Teresa M. Sotillos Rubio
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La loca,
Sara Suárez
|
La presencia
de Flora, Beltrán Suárez de Góngora
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Desde mis
entrañas, Cheyenne Summers
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Retazos
de una vida / Realidades, David Tena García
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In memoriam
/ Amor fou, Marinella Terzi
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Lirios
de Van Gogh, Carmen Valdés Librero
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Unos ojos
negros, Nuria Vallina
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Mariano,
Carlos Van Oosterzee Ruano
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La buena
compra / Chicos / Mala suerte, Maite Vázquez
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El abrazo
del lago, Ángeles Yagüe
|
Otra vez
cordero / Pasajeros de un tren, Elena Yáguez
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