Bitácora 
Isabel Calvo

Día 100; Llamando a Cratoicas. Aquí nave FP21, llamando a Cratoicas ¿Hay alguien ahí?” Sin respuesta desde hace dos meses. Se ha interrumpido el contacto con Cratoicas y con Cabo Cañaveral. Estoy perdido en Andrómeda. Hay una avería en el panel de energía del ordenador, o tal vez esta parte del universo no contiene suficientes partículas de energía para alimentar el panel. Estoy en una zona oscura de la galaxia. Puedo ver quasars al otro lado y un gran agujero negro en el borde de las coordenadas de ruta. Temo terminar en él. ¿Cómo he podido perder el rumbo? Trazo a mano las cartas de navegación. Desde que no está la ingeniero Sánchez el silencio en la nave es insoportable. Oigo el goteo rítmico, angustioso, del depósito de agua. Quedan raciones de comida para veinte días. Hay un ruido nuevo. En la planta eléctrica oigo un crujido intermitente. Me gustaría escuchar las guitarras hawaianas que oía en Cratoicas junto al mar. Ya no sé si aquellos días pasados en la base de Cratoicas fueron reales o un recuerdo generado por el delirio de la soledad. No puede ser que habiendo un lugar tan hermoso como ese planeta, ahora sólo haya un universo despoblado y frío del que no consigo escapar. Alguno de los dos lugares es falso, no existe. Alguno de los dos extremos de este segmento es impropio, excluye al otro. “Llamando a Cabo Cañaveral, May Day, May Day, May Day: Aquí nave exploradora FP21. Navego en zona desconocida de Andrómeda. Contesten.” 

Día 101; He recibido una señal muy débil, no la identifico. Es un código binario. Voy a poner rumbo hacia ella. Puede ser una estación de aprovisionamiento. Si llego antes de veinte días habré logrado aguantar con los víveres. He revisado el ruido la planta eléctrica. Es como un arañar débil y constante. Una correa estaba desgastada, deshilachada. La he cambiado, no puedo quedarme sin la planta. Sería estar a oscuras. Sueño mucho, mis sueños son atormentados. Sueño con Sánchez. La veo ingrávida, flotando en el espacio oscuro. Su cuerpo inerte, como una ahogada, con los ojos abiertos. Su traje blanco y el pelo rubio como los tentáculos de una anémona alrededor de su cara también blanca. Le pido que entre en la nave y ella no me ve, se escapada. Se agarra a la cola de un cometa y se aleja. Entonces vuelvo a estar solo. Miro dentro de la nave y todo está lleno monstruos de ojos rojos. Entonces despierto. “May Day. May Day. May Day. Cabo Cañaveral, aquí FP21. He perdido el rumbo. Comandante Silván en misión geológica en Andrómeda. Envíen señal de localización.”

Día 102; Hay una rata en el motor de la planta eléctrica. No sé cómo ha podido entrar ahí. Estaba comprobando la reparación de la correa y la vi. Era grande. Tiene los ojos rojos y la piel gris. Se me escapó entre la maquinaria. Es ella la que se ha comido la correa. Debió colarse en la base de Cratoicas. Sánchez fue quien supervisó la carga. A ella, tan meticulosa, tan perfecta, se le coló una miserable rata de hangar. He estado acechando el motor con una llave de ajuste para matarla, pero no se ha movido. Sabía que estaba esperándola. He pensado en Sánchez. Ella hubiera buscado alguna solución práctica. Sí, me pasé con ella, pero es tarde para lamentaciones. Cuando salió de la nave para reparar el propulsor de la cola, no pensó que la escotilla se podía trabar desde dentro, debería haber pensado. Me gustaría haber visto la cara que puso cuando vio que no podía entrar. Sánchez tenía un corazón de titanio y no lo vio venir. No tenía ni idea del odio que yo había acumulado en los meses de viaje. Tú y yo solos aquí, aguantando tu sarcasmo y tu afán de gloria. Cada descubrimiento mío era una medalla que tú te adjudicabas ante la Oficina Central, dejándome a un lado. Querías hundir mi carrera ¿Querías gloria? Ahí tienes todo el firmamento. Cuando se es tan ambicioso como tú no se puede menospreciar al rival ¿Lo ves ahora? Sin embargo a veces la echo de menos. ¿Cómo hubiera podido suponer que la echaría de menos? Estamos solos la rata y yo perdidos en esta pesadilla. 

Sigo la señal binaria. Imagino la puesta de sol en Cratoicas. He visto una constelación de sombrero, y una supernova. Afuera todo es silencio.

Día 103; Soñaba con Cratoicas, veía la puesta de sol en la terraza de playa y pedía un Gin Fiz al camarero, cuando la sensación de estar siendo observado me despertó sobresaltado y vi dos ratas enormes mirándome desde la mesa de planos. Al verme despertar salieron corriendo hacía la planta eléctrica. Se esconden allí. Si hay dos puede haber más. No puedo desmontarla completamente, porque tendría que buscarlas en la oscuridad. ¿Qué hubiera hecho Sánchez? La desmontaría y mataría a esas ratas en la oscuridad con la sierra de minerales. Aplastaría sus jodidos sesos de un golpe seco. Parece que con el nuevo rumbo el comunicador está emitiendo: “May Day, May Day, May Day. Cabo Cañaveral, aquí FP21.”He puesto raciones de alimento abiertas por el suelo para que salgan las ratas. Esperaré.

Oigo la voz de Sánchez recriminándome, la oigo decirme que soy muy inútil, que me he perdido, que no soy capaz de matar a un par de ratas, luego la oigo reírse a carcajadas. Si la tuviera delante podría volver a matarla con mis propias manos. Atravieso una zona de polvo interestelar. Temo que dañe la nave.

Día 104; He conectado con una base a aprovisionamiento. Tengo las coordenadas. Calculo dos semana de viaje hasta allí para hacer el acoplamiento. Por fin respiro. No hay señales de voz ni controladores. Parece una base automática. Habrá agua, combustible, comida y un buen ordenador central conectado a Cabo Cañaveral. Las ratas han salido a comer las raciones, pero eran muchas, tal vez una docena. Se han tirado sobre la comida como fieras y no me he atrevido a atacarlas. Son demasiadas y muy grandes. No tengo cojones, eso diría Sánchez. Tuve cojones para cerrarte esa escotilla en la narices, sí los tuve. Te lo buscaste. No había contado con tus ratas de hangar. Tienen trescientos genes menos que yo. Sólo trescientos, no son bobas, son ansiosas y eficaces, rápidas. Ya no oigo el silencio. Paso el tiempo sin respirar, escuchando sus patas que arañan la maquinaría, sus dientes royendo las correas. Ahora pienso que era preferible el maldito silencio.

Día 105; Las ratas me han rodeado mientras dormía. Hay muchas. No sé cuantas. Muchas. Están por todas partes. Se han debido de reproducir infinitamente en estos meses. Se han estado comiendo el acolchado de la planta y cuando han acabado con él han salido. Han intentado morderme en grupos. Tienen hambre. Les he dado algunas raciones y se han peleado entre ellas por la comida. Debo estar alerta. En el botiquín hay anfetaminas de sobra para mantenerme despierto, si me duermo me atacarán. Chillan. Es imposible no verlas porque ya no se esconden. Andan sobre los teclados y los mandos buscando comida. He matado de un golpe a una que estaba despistada y las demás se han tirado a comerla. Las mantendré distraídas matando a algunas y dándoles comida. Pronto llegaré a la base. Debo estar despierto.

Día 106; No he dormido. He pasado el tiempo vigilando. Reviento de un golpe seco a las rezagadas, chillan y agitan las patas un momento. Todavía están vivas cuando las otras ratas se tiran sobre ellas y empiezan a morderlas. Les doy más comida, pero la comida se está agotando, son insaciables La vigilia me produce alucinaciones. Por la claraboya he visto la cara de Sánchez afuera mirándome, luego ha habido un estallido y se ha apagado la luz. Las ratas han averiado definitivamente la planta eléctrica. Sólo me ilumina la pantalla del ordenador en el que escribo, sustentado por la batería. Un olor fuerte a excrementos de rata, a cables quemados y a mi propio sudor apestan la nave. No hay emisión.

Día 108; Se han terminado las provisiones, ahora las ratas me quieren a mí, me rodean. En la oscuridad, nerviosas, me buscan. Sólo me sustentan las anfetaminas que aún me quedan. Sólo la luz del ordenador me alumbra. El potente ordenador ahora sólo sirve ya como procesador de textos. ¡Ah, sí! y la agenda. Debería llamar a mis Cratoicas y pedirles un Gin Fiz. Debería llamar a Sánchez y decirle que voy a morir, pero nada de eso existió nunca. Tengo la sensación de que siempre he estado aquí; en este lugar, en este momento. Eternamente acechando ratas en la oscuridad.

Día 109; He decidido salir. Voy a despresurizar la nave desde afuera. El vacío absorberá las ratas. Luego cerraré la escotilla y se rehará la presión. Es una maniobra de riesgo si se traba la escotilla, si se ha dañado por el polvo interestelar. Espero que haya suerte, ahí afuera no hay fuerza muscular. ¡Demonios! que se lo pregunten a Sánchez. Voy a salir... 


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