Día
100; “Llamando
a Cratoicas. Aquí nave FP21,
llamando a Cratoicas ¿Hay alguien ahí?” Sin respuesta desde hace dos
meses. Se ha interrumpido el contacto con Cratoicas y con Cabo Cañaveral.
Estoy perdido en Andrómeda. Hay una avería en el panel de energía del
ordenador, o tal vez esta parte del universo no contiene suficientes
partículas de energía para alimentar el panel. Estoy en una zona oscura
de la galaxia. Puedo ver quasars al otro lado y un gran agujero negro
en el borde de las coordenadas de ruta. Temo terminar en él. ¿Cómo he
podido perder el rumbo? Trazo a mano las cartas de navegación. Desde
que no está la ingeniero Sánchez el silencio en la nave es insoportable.
Oigo el goteo rítmico, angustioso, del depósito de agua. Quedan raciones
de comida para veinte días. Hay un ruido nuevo. En la planta eléctrica
oigo un crujido intermitente. Me gustaría escuchar las guitarras hawaianas
que oía en Cratoicas junto al mar. Ya no sé si aquellos días pasados
en la base de Cratoicas fueron reales o un recuerdo generado por el
delirio de la soledad. No puede ser que habiendo un lugar tan hermoso
como ese planeta, ahora sólo haya un universo despoblado y frío del
que no consigo escapar. Alguno de los dos lugares es falso, no existe.
Alguno de los dos extremos de este segmento es impropio, excluye al
otro. “Llamando a Cabo Cañaveral, May Day, May Day, May Day: Aquí nave
exploradora FP21. Navego en zona desconocida de Andrómeda. Contesten.”
Día 101; He recibido una señal muy débil, no la identifico. Es un
código binario. Voy a poner rumbo hacia ella. Puede ser una estación
de aprovisionamiento. Si llego antes de veinte días habré logrado aguantar
con los víveres. He revisado el ruido la planta eléctrica. Es como un
arañar débil y constante. Una correa estaba desgastada, deshilachada.
La he cambiado, no puedo quedarme sin la planta. Sería estar a oscuras.
Sueño mucho, mis sueños son atormentados. Sueño con Sánchez. La veo
ingrávida, flotando en el espacio oscuro. Su cuerpo inerte, como una
ahogada, con los ojos abiertos. Su traje blanco y el pelo rubio como
los tentáculos de una anémona alrededor de su cara también blanca. Le
pido que entre en la nave y ella no me ve, se escapada. Se agarra a
la cola de un cometa y se aleja. Entonces vuelvo a estar solo. Miro
dentro de la nave y todo está lleno monstruos de ojos rojos. Entonces
despierto. “May Day. May Day. May Day. Cabo Cañaveral, aquí FP21. He
perdido el rumbo. Comandante Silván en misión geológica en Andrómeda.
Envíen señal de localización.”
Día
102; Hay una rata en el motor de la planta eléctrica. No sé cómo
ha podido entrar ahí. Estaba comprobando la reparación de la correa
y la vi. Era grande. Tiene los ojos rojos y la piel gris. Se me escapó
entre la maquinaria. Es ella la que se ha comido la correa. Debió colarse
en la base de Cratoicas. Sánchez fue quien supervisó la carga. A ella,
tan meticulosa, tan perfecta, se le coló una miserable rata de hangar.
He estado acechando el motor con una llave de ajuste para matarla, pero
no se ha movido. Sabía que estaba esperándola. He pensado en Sánchez.
Ella hubiera buscado alguna solución práctica. Sí, me pasé con ella,
pero es tarde para lamentaciones. Cuando salió de la nave para reparar
el propulsor de la cola, no pensó que la escotilla se podía trabar desde
dentro, debería haber pensado. Me gustaría haber visto la cara que puso
cuando vio que no podía entrar. Sánchez tenía un corazón de titanio
y no lo vio venir. No tenía ni idea del odio que yo había acumulado
en los meses de viaje. Tú y yo solos aquí, aguantando tu sarcasmo y
tu afán de gloria. Cada descubrimiento mío era una medalla que tú te
adjudicabas ante la Oficina Central, dejándome a un lado. Querías hundir
mi carrera ¿Querías gloria? Ahí tienes todo el firmamento. Cuando se
es tan ambicioso como tú no se puede menospreciar al rival ¿Lo ves ahora?
Sin embargo a veces la echo de menos. ¿Cómo hubiera podido suponer que
la echaría de menos? Estamos solos la rata y yo perdidos en esta pesadilla.
Sigo
la señal binaria. Imagino la puesta de sol en Cratoicas. He visto una
constelación de sombrero, y una supernova. Afuera todo es silencio.
Día
103; Soñaba con Cratoicas, veía la puesta de sol en la terraza de
playa y pedía un Gin Fiz al camarero, cuando la sensación de estar siendo
observado me despertó sobresaltado y vi dos ratas enormes mirándome
desde la mesa de planos. Al verme despertar salieron corriendo hacía
la planta eléctrica. Se esconden allí. Si hay dos puede haber más. No
puedo desmontarla completamente, porque tendría que buscarlas en la
oscuridad. ¿Qué hubiera hecho Sánchez? La desmontaría y mataría a esas
ratas en la oscuridad con la sierra de minerales. Aplastaría sus jodidos
sesos de un golpe seco. Parece que con el nuevo rumbo el comunicador
está emitiendo: “May Day, May Day, May Day. Cabo Cañaveral, aquí FP21.”He
puesto raciones de alimento abiertas por el suelo para que salgan las
ratas. Esperaré.
Oigo
la voz de Sánchez recriminándome, la oigo decirme que soy muy inútil,
que me he perdido, que no soy capaz de matar a un par de ratas, luego
la oigo reírse a carcajadas. Si la tuviera delante podría volver a matarla
con mis propias manos. Atravieso una zona de polvo interestelar. Temo
que dañe la nave.
Día
104; He conectado con una base a aprovisionamiento. Tengo las coordenadas.
Calculo dos semana de viaje hasta allí para hacer el acoplamiento. Por
fin respiro. No hay señales de voz ni controladores. Parece una base
automática. Habrá agua, combustible, comida y un buen ordenador central
conectado a Cabo Cañaveral. Las ratas han salido a comer las raciones,
pero eran muchas, tal vez una docena. Se han tirado sobre la comida
como fieras y no me he atrevido a atacarlas. Son demasiadas y muy grandes.
No tengo cojones, eso diría Sánchez. Tuve cojones para cerrarte esa
escotilla en la narices, sí los tuve. Te lo buscaste. No había contado
con tus ratas de hangar. Tienen trescientos genes menos que yo. Sólo
trescientos, no son bobas, son ansiosas y eficaces, rápidas. Ya no oigo
el silencio. Paso el tiempo sin respirar, escuchando sus patas que arañan
la maquinaría, sus dientes royendo las correas. Ahora pienso que era
preferible el maldito silencio.
Día
105; Las ratas me han rodeado mientras dormía. Hay muchas. No sé
cuantas. Muchas. Están por todas partes. Se han debido de reproducir
infinitamente en estos meses. Se han estado comiendo el acolchado de
la planta y cuando han acabado con él han salido. Han intentado morderme
en grupos. Tienen hambre. Les he dado algunas raciones y se han peleado
entre ellas por la comida. Debo estar alerta. En el botiquín hay anfetaminas
de sobra para mantenerme despierto, si me duermo me atacarán. Chillan.
Es imposible no verlas porque ya no se esconden. Andan sobre los teclados
y los mandos buscando comida. He matado de un golpe a una que estaba
despistada y las demás se han tirado a comerla. Las mantendré distraídas
matando a algunas y dándoles comida. Pronto llegaré a la base. Debo
estar despierto.
Día
106; No he dormido. He pasado el tiempo vigilando. Reviento de un
golpe seco a las rezagadas, chillan y agitan las patas un momento. Todavía
están vivas cuando las otras ratas se tiran sobre ellas y empiezan a
morderlas. Les doy más comida, pero la comida se está agotando, son
insaciables La vigilia me produce alucinaciones. Por la claraboya he
visto la cara de Sánchez afuera mirándome, luego ha habido un estallido
y se ha apagado la luz. Las ratas han averiado definitivamente la planta
eléctrica. Sólo me ilumina la pantalla del ordenador en el que escribo,
sustentado por la batería. Un olor fuerte a excrementos de rata, a cables
quemados y a mi propio sudor apestan la nave. No hay emisión.
Día
108; Se han terminado las provisiones, ahora las ratas me quieren
a mí, me rodean. En la oscuridad, nerviosas, me buscan. Sólo me sustentan
las anfetaminas que aún me quedan. Sólo la luz del ordenador me alumbra.
El potente ordenador ahora sólo sirve ya como procesador de textos.
¡Ah, sí! y la agenda. Debería llamar a mis Cratoicas y pedirles un Gin
Fiz. Debería llamar a Sánchez y decirle que voy a morir, pero nada de
eso existió nunca. Tengo la sensación de que siempre he estado aquí;
en este lugar, en este momento. Eternamente acechando ratas en la oscuridad.
Día
109; He decidido salir. Voy a despresurizar la nave desde afuera.
El vacío absorberá las ratas. Luego cerraré la escotilla y se rehará
la presión. Es una maniobra de riesgo si se traba la escotilla, si se
ha dañado por el polvo interestelar. Espero que haya suerte, ahí afuera
no hay fuerza muscular. ¡Demonios! que se lo pregunten a Sánchez. Voy
a salir...
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