Telediario / Efectos secundarios
Elena Cebollero Prado


Miguel, el próximo día 1 de junio me marcho de casa”. Con esta frase tan corta Isabel anunció a su marido el final de sus 36 años de matrimonio. Estaban sentados en el comedor, la mesa puesta, eran las dos de la tarde, Telemadrid iniciaba su telediario y de primero tenían crema de espinacas. Miguel apenas levantó la cabeza mientras sacaba la servilleta del servilletero de plata con sus iniciales, que le acompañaba desde el día de su boda. Se la colocó en el regazo, cogió la jarra del agua, sirvió en el vaso de su mujer y a continuación en el suyo, como lo venía haciendo también desde hacía 36 años. Isabel sorprendida de que no hiciera ningún comentario le repitió, “Miguel, que te he dicho que el próximo día 1 de junio me marcho de casa. Te dejo”, Miguel entonces levantó la vista hacía ella y frunciendo el entrecejo le contestó: “¿Pero qué dices, qué tonterías dices?” Isabel había tardado años en dar el paso, pero sólo necesito una mañana de limpieza de la plata en casa. Fue al acariciar los servilleteros que llevaban con ella desde hacía 36 años cuando tomó la decisión. Estaba harta de ir sola al cine y de pasear también sola. De que muchos pensaran que era viuda, que Miguel jamás apreciara un vestido nuevo o un nuevo corte de pelo. Isabel cogió el plato de Miguel, levantó la tapa de la sopera de porcelana inglesa, también regalo de boda y le sirvió dos cazos. A continuación le ofreció los corroscos de pan frito, para acompañar la crema de espinacas. En el telediario anunciaban la apertura de las piscinas de Madrid, ya hacía calor y apetecían los baños. A continuación se sirvió Isabel, sólo un cazo, apenas tenía hambre. “¿No vas a decirme nada?”, le preguntó. “Poco hay que comentar”, le contestó Miguel a la vez que tocaba y retocaba el servilletero de plata a su izquierda. Nunca había sido de muchas palabras y menos aún desde que se jubiló. En el telediario la noticia del descarrilamiento de un tren de cercanías cerca de Guadalajara. Terminaron la crema de espinacas. Isabel se levanto para recoger los platos y traer el segundo. Ternera en su jugo con patatas fritas. “¿Se lo has dicho a los chicos?”, preguntó Miguel. “Sí, a los tres, acércame tu plato”, le contestó a la vez que le servía dos finas lonchas de ternera con patatas fritas. Luego cogió su plato y se sirvió ella, sólo una loncha de carne, sin patatas. Habían sido treinta y seis años de compartir únicamente mesa y mantel además de tres hijos. La ternera estaba en su punto. “¿Quieres repetir?”, le preguntó. Esta vez Miguel negó con la cabeza y siguió mirando fijamente a la pantalla de la televisión. Una nueva caída de la Bolsa. Isabel recogió los platos y se levantó a traer el postre. Tarta de manzana. Apoyó los platos de postre y la tarta en la mesa. Sirvió un trozo en cada plato, el suyo mucho más pequeño. Empezó a comerlo despacio, quería darle tiempo a Miguel para que dijera algo, que se enfadara, que le preguntara de qué iba a vivir o en donde. Nada, no dijo nada. Terminó el telediario. Acabó Miguel la tarta de manzana y se limpió la boca. Dobló cuidadosamente la servilleta, la dejó al lado de su servilletero y se levantó de la mesa dejando a Isabel tomándose el último trozo de tarta de manzana.

A continuación del telediario, el tiempo.

Pronóstico: nubes y claros

 

Efectos secundarios

Lucía se despertó de la siesta con un ligero dolor de cabeza y fue directamente al botiquín que tenía en el armario del pasillo. El armario del pasillo tenía tres baldas y el botiquín estaba en la segunda, en la primera las sábanas y en la tercera las toallas de la casa. Las medicinas estaban en la segunda, a la altura de su cabeza, y así con sólo una ojeada podía encontrarlas. Lucía cogió la caja de Gelocatil, lo abrió y buscó el prospecto, no le hacía falta leerlo, pero lo hizo: “para dolores leves” y “evitar con insuficiencia hepática y/o renal, anemia o afecciones cardíacas”. Dobló el papel, lo guardó, cerró la caja, la dejó en su mismo sitio y cogió la de los sobres de Algidol. Leyó: “dolor de intensidad moderada”, y “Contraindicaciones: enfermedades hepáticas”, y también la dejó junto con las otras cajas de medicinas de la zona de la segunda balda del armario del pasillo que tenía reservada para “Dolor”. El botiquín del armario del pasillo de Lucía tenía diferentes zonas, concretamente cuatro. “Dolor”, “Estómago”, “Depresión” y “Varios”. La balda-botiquín estaba dividida en dos partes: derecha e izquierda, dejando un espacio central, como una especie de pasillo entre ambos lados para el termómetro y así tenerlo más a mano cada vez que lo necesitaba. Lucía había dejado la caja de los sobres del Algidol en su sitio exacto, como le había explicado Enriqueta, la farmacéutica de cuatro números más abajo de la calle, por orden alfabético, empezando por la izquierda y acabando por la derecha y así en cada zona, igual que las tenía ella en la farmacia. En la zona de “Varios” del botiquín Lucía tenía las tiritas, el algodón, el Betadine y todas las medicinas que no tenían un lugar específico en los otros tres apartados; y las aspirinas, como el comodín en muchos juegos de cartas, unas veces estaba el área de “Cabeza”, otras en “Varios” e incluso a veces llegaron a estar en el de “Depresión”. Lucía cogió las aspirinas efervescentes con vitamina C, sacó el prospecto y leyó “tratamiento sintomático del dolor leve o moderado” y “Evitar con úlcera gastroduodenal o molestias gástricas, hemofilia o problemas de coagulación de la sangre”, guardó el papel y volvió a colocar la caja en la zona de “Dolor” justo detrás de la de los sobres de Algidol y eso que algunas veces sólo el ruido de la aspirina disolviéndose en un vaso con dos dedos de agua, le había logrado aliviar algún que otro dolor. Cogió entonces la caja de Hemicraneal, esta vez de la zona de “Cabeza”, “Paracetamol y cafeína: tratamiento específico del dolor de cabeza” y “efectos secundarios: erupción cutánea, dificultad respiratoria y vértigos”, dobló el papel, lo guardo dentro de la caja y lo volvió a dejar en su sitio, en el área de “Cabeza” y justo delante del Tonopan. Por último cogió la caja de Nolotil “para dolor agudo”, y en efectos secundarios leyó: “Excepcionalmente en pacientes especialmente hipersensibles…” No leyó más.

Guardó el prospecto en su caja.

Se fue a la cocina. Llenó un vaso de agua.

Y se tomó las 20 cápsulas.


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