Nada normal (2002)

La sopa

Charo Alba

A mi bebé de 16 años


Esta sopa es una mierda, no la quiero, no me gusta, que se la coma la cocinera, ella y la directora, bueno, y el conserje, que también se la coma el conserje, que es un imbécil, un imbécil como la cursi de Lengua, la odio, pues a Javi le gusta la sopa, a Javi le gusta cualquier cosa, tan peripuesta, tan pija, que no sé que se habrá creído, que parece que no se tira pedos como todo el mundo. Esa es tonta, es lo que le pasa, que es tonta, qué sonrisa tenía la muy estúpida: “A ver, Carolina, cuéntenos lo que le hace tanta gracia, que los demás queremos reírnos también...” gilipollas, todavía me arde la cara, la cara y las orejas, mierda, y, ¡hala! toda la clase a reírse, también son unas estúpidas, ¡y encima con guisantes, una sopa con guisantes!, como la de mamá ninguna, de fideos o estrellitas, la más rica, la única buena, nunca de guisantes ¿y esto?, ¿esto es un guisante? pues anda, que está medio pocho, qué asco, nadando en el caldo, en medio del caldo, como en el mar, como en el mar Mediterráneo, a ver, hombre, que te empujo, que me das pena, anda, vete a la orilla que te vas a ahogar, ¡te salvé, te salvé, me debes la vida!, un guisante pocho me debe la vida, ¡bien!

Lo que no comprendo es como don Juan se ha podido casar con ella, con lo listo que es, y lo guapo que está con la camisa blanca y los tirantes negros, el guisante ni me lo agradece, podría saltar de alegría por lo menos, nada, ni se inmuta, ¿estará muerto?, pues cuando se pone la pajarita parece un catedrático, un antropólogo de esos de las películas que luego descubren un sarcófago egipcio... ¿cómo serán en la cama? ¿cuántas veces lo harán a la semana? Él debajo, seguro, porque pesa más, la sopa fría es más asquerosa todavía, ella sí que tiene que ser asquerosa, medio desnuda, medio desnuda y tirada en la cama, una mosquita muerta, fofa y temblona. ¡Si pudiera verlos por un agujerito...! Como decía Paco: “Menuda bárbara debe ser en la cama, con esa carita de espárrago desahuciao”, qué gracioso Paco, tiene cada salida... le gusto a Paco, seguro, es majo, pero claro, donde esté don Juan... ¡Oh don Juan, don Juan yo te imploro, yo te imploro, ¿cómo seguía? No me acuerdo, ay, cómo era, cómo era, brrrrrr qué rabia, mierda, no sé ¡Oh, don Juan, don Juan, yo te imploro, por tu no sé cuánta compasión, arráncame el corazón, o ámame porque te adoro, ámame porque te adoro, ámame porque te adoro...

¡Javi, deja de comer, que los guisantes están envenenados, que tienen mala leche!, ¡sí, barquitos, odio la sopa y encima le voy a echar barquitos!, ¡hala, eso no es un barquito, es un transatlántico!, burro que eres un burro, te vas a poner cebollón, sí, no te rías, no te rías que ya tienes papada y te pesa el culo, te lo digo en serio, que no vas a poder jugar al fútbol y serás el más gordo de todo el colegio.

Ay, don Juan, qué clases, Dios mío. “Quedaos con la idea, con el contenido, no me recitéis fechas como loros. Venga, Carolina, a la pizarra. La Ilustración”. ¡Qué guapo, pero qué guapo, y rojo, porque este tío es rojo, que lo sé yo! Y su mujer una mema, habrá que verlos discutir a los dos en casa: “Querida, no se dice Santa Teresa de Jesús, es Teresa de Ávila, ni San Juan de la Cruz, tampoco se dice San Juan de la Cruz, es Juan de la Cruz, a secas ¿comprendes?” “Anda, Juanito, qué más te da, no seas cabezota...”, le dirá la pija. Por una vez en mi vida le daría la razón a ella, porque, macho, tampoco es tan importante, creo yo, pero bueno, si insistes..., tú eres el jefe, a mí lo mismo me da que estén canonizados, como si se queman en los infiernos... no tienes arreglo, amor mío, de la cáscara amarga, según papá, que te caló enseguida: “Estos profesores tan modernos...”, y mamá: Que qué te habría hecho la pobre Santa Teresa... Javi ,cállate, que me tienes harta, bastante tengo ya con esta sopa asquerosa y la repipi esa que no deja de cuchichearle cosas al oído. Lo que daría yo por susurrarle algo al oído... Desde luego menudas broncas, es que cuando mamá se lanza no hay quien la calle, que dejaras en paz a los santos, que desde el cielo no se podían defender, que qué sabrías tú de religión... Hombre, a mí me encantaría saber por qué lo dices, igual Santa Teresa y San Juan de la Cruz no eran tan buenos... Igual estaban liados... pero de todas formas ¿a ti qué te importa?, y es que está claro, amor mío: en vez de meterte con la tonta de tu mujer, te da por insultar a los santos, y a Franco y al ejército... terminarás en la calle. Aunque con esa carita yo te contrataba para el cine, te lo juro, porque estás para parar mil trenes... Te pegaría un papel de árabe, de infiel, sí, harías de aquel que entregó las llaves de Granada, sí, hombre, que está en un cuadro... ¿cómo se llamaba el tío, si lo dimos el trimestre pasado?, bueno, como se llame... y esta mañana mismo qué, le pusiste pegas a la Semana Santa, que si no es más que folklore, que entretiene a las masas, que es igual que el fútbol y los toros... Si se entera mamá me saca del colegio, te lo juro. Si yo le contara todo lo que dices, pero no puedo, no puedo... me gustas, me gustas mucho, no lo puedo remediar, pedazo de antropólogo con tirantes, te perdono la vida, a tu mujer no, pero a ti sí. Igual que al guisante te lanzo un salvavidas, no tragues más sopa, confía en mí, respira, respira, espera que te aflojo la pajarita, ¿que te quite también los tirantes? Con mucho gusto, pero que no se entere la bruja de tu mujer que me suspende la Lengua y mi padre me pela, y me castigan con sopa de guisantes para toda la vida, y el Papa nos excomulga y Franco te mete en la cárcel por anticlerical y por rojo, y yo... y yo me muero de pena sin ti, sin tus tirantes, sin el beso que me ibas a dar, ¡sí!, ese que me tenías prometido si recitaba La Ilustración de carrerilla, te quiero, te quiero en pleno océano de sopa, de sopa de guisantes, no sueltes el salvavidas, nada, nada hasta que no puedas más, hasta ese trocito de zanahoria que parece una isla, hasta ese guisante, ese el arrugao, ese es amigo mío, lo conozco, me debe un favor, échate sobre él, como en un puf, yo también me tumbaré, a tu lado si no te importa, ayúdame profesor, espérame, ayúdame a subir, mi guisante es como un flotador verde, así, los dos juntos, solos tú y yo, bajo el sol, navegando en Avecrem ahora que está fresquito, bésame, bésame, ¡Oh don Juan, don Juan, yo te imploro, yo te imploro, y ¿cómo seguía...? No me acuerdo, cómo era, ¡maldición...! sí, acababa en “sión”, ¡compasión!, bueno, a ver, ¡Oh don Juan, don Juan!, yo te imploro, no sé qué de compasión, ¡arráncame el corazón o ámame, porque te adoro!

Haz clic aquí para imprimir este relato

Ir al siguiente cuento

Volver al índice del libro