Nada normal (2002)

Siete horas

Conrado Carretero Herráez

1. Casablanca
El viaje sería largo y el avión aún permanecía en la pista, sin despegar. El señor Galois y su mujer estaban ansiosos por llegar a Lisboa; su estancia en Casablanca había sido más larga de lo previsto y el calor y el polvo les envolvían sin tregua desde que llegaron. Impaciente, el señor Galois preguntó por tercera vez a la azafata por qué no despegaban ya. Al parecer, estaban esperando que unos pasajeros, el señor y la señora Lazlo, terminaran de despedirse de un tal Rick.



2. Conversación de buzos

—Brlrrruurrrppppp.

—Gloobbbbbb bluuuuppp.

—Fsssssssss troglllll.

—Glub lbuurbbb globsh.

Mientras tanto, un joven delfín y su madre se miran perplejos. “Cuando lo contemos en casa no se lo van a creer; estos humanos son la leche”, piensan.



3. El banquete

El 25 de marzo, por la mañana, el coyote atrapó al correcaminos. Después de desplumarlo, lo ensartó en una vara y lo asó cuidadosamente en una hoguera. Cuando se hubo saciado durmió la siesta, muy a gusto.



4. Caperucita

Cuando Caperucita llegó a casa de su abuelita el Sol no se había puesto aún y los rayos de luz se filtraban entre los árboles del bosque como hilos de plata. Llamó a la puerta y, como no obtuvo respuesta, la abrió. Al entrar en el dormitorio de la abuelita Caperucita, evidentemente, se dio cuenta que en la cama se encontraba el lobo, disfrazado. Así que salió corriendo para buscar ayuda y encontró a un leñador que mató al lobo de un hachazo.

5. Ricardo Alberto

Ricardo Alberto quería jugar en el equipo de baloncesto de su colegio. Como le dijeron que tenía que ser capaz de saltar muy alto, se puso a entrenar duramente. Pasaba tres horas saltando por la mañana y dos por la tarde. Cada día llegaba más alto que el anterior. Al cabo de una semana consiguió alcanzar los 135 metros. Y siguió entrenando.

El día de las pruebas de ingreso, Ricardo Alberto se propuso realizar su mejor salto. Se concentró mucho y saltó con todas sus fuerzas. Subió tanto que ya no volvió a bajar. En su primera salida al espacio, Ricardo Alberto vio un bonito amanecer.



6. Leyenda papirofléxica

Cuentan que un anciano maestro papirofléxico se encontró con una gran hoja de papel. Al ver que no podía meterla en su cartera, la dobló por la mitad. Como aún no le cabía, la volvió a doblar por la mitad una y otra vez, reduciendo su tamaño. Sin embargo, el anciano pronto olvidó su propósito inicial y, gustoso, siguió doblando por la mitad la hoja de papel hasta que, sin darse cuenta, desapareció.



7. Cuento de Navidad

—¿Me está usted diciendo que no tienen sitio?

—Sí, señor, lo siento muchísimo pero la última habitación libre que nos quedaba la alquiló un viajero de la Dacia.

—Mire usted, tengo a mi mujer allá afuera, encima de un borrico. Hemos preguntado en todas las posadas del pueblo y todas están llenas. Está a punto de parir, mi mujer, ¿sabe? No puede dejarnos aquí tirados, coño.

—Le repito señor... eh... José... que en estos días hay muchos forasteros por culpa del censo romano. No puedo hacer nada. Lo siento mucho.

—No, si ya sé como funcionan estas cosas: si no fuera un don Nadie seguro que se las apañaba para acomodarnos en una gran alcoba con chimenea. No se moleste, sé dónde está la salida.

Comenzaba a caer la noche y en la calle principal de la aldea apenas quedaban un par de legionarios y un decurión borracho. “A ver cómo le digo yo ahora a María que tampoco tienen sitio aquí. Me veo durmiendo debajo de un portal. En fin, esta será una noche para olvidar...”, pensó José, mientras observaba la curiosa conjunción de planetas que parecía formar una flecha apuntando al Este.

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