Nada normal (2002)

Los hombres mancan

Ángeles Yagüe

Aquella fue la primera conversación de sexo que mantuvimos mi abuela y yo. Y la última, pues no se volvió a repetir. El porqué se produjo, lo he olvidado. Yo estaba casada y mi hijo pequeño tenía tres años. Estábamos sentadas en las escaleras que daban a la huerta. La tarde era tranquila.

—Muchos matrimonios hacen la trampa —dijo ella.

—¿La trampa, y eso que es? —contesté.

—Para no tener hijos.

—Ah, ¿qué trampa, abuela?

—Yo nunca la hice.

—Pero usted sólo tuvo dos hijos.

—Porque no vinieron más... Si no, yo hubiera tenido los que fueran. Como mi madre, que tuvo nueve, y eso que mi padre murió con 38 años. Pudo tener más aún. Yo los hubiera tenido. Antes se tenían todos los hijos que Dios te daba, pero ahora hacen la trampa.

—Pero abuela, ahora son otros tiempos, la gente no quiere tener tantos hijos.

—Ah, pues que se aguanten.

—Pero no se quieren aguantar, quieren hacer el amor y no tener hijos, lo cual me parece muy normal.

—Pero por qué van a querer hacerlo...

—Porque les gusta.

—Ah, ja, ja, Bueno... a mí a veces me gustaba, pero la mayoría... no. Los hombres mancan.

—¿Mancan? ¿Cómo mancan?

—Duelen. Que duele.

—Ah... mancar... Qué van a mancar, abuela.

—Ah, mancan, mancan.

En este cruce de caminos dudé qué derrotero seguir, pero ella resolvió enseguida el impasse añadiendo:

—Hay mujeres que les mancan tanto que dan gritos por las noches y se oye por todo el lugar. A una que le pasaba eso era a la Teresa, la mujer del Boceta, que era un bruto... Y pasaba muchas noches, no te vayas a creer, muchas.

—Ya. Pero abuela, eso no le pasaba porque le mancaba. Era que le gustaba. Gritaba porque le gustaba.

—Ahhh, qué le va a gustar... Gritaba porque le mancaba. Los hombres mancan. Eso es bien sabido. Mancan, mancan.

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