Festín de amotinados (2000)

Mi amiga Rocío

Elena Cebollero Prado

Cuando cada mañana me pongo delante del espejo a darme la antiarrugas, cómo me acuerdo de mi amiga Rocío... “hija es que no te cuidas nada, con las cremas tan buenas que hay...” siempre me decía, aunque a veces pienso que para poco valen y no es por llevarle la contraria a mi amiga Rocío, que de cremas entendía un rato largo, bueno, de cremas y de muchas cosas, pero es que casi dejas empeñado el sueldo cada vez que te compras una, yo le decía “y anda si se enterara Pedro del dineral que me costó la dichosa cremita”, aunque claro, bien que le gustaba a él que su mujer se pusiera de guapa y lustrosa, como mi amiga Rocío y encima con lo bien que venden las del Corte Inglés, “que le va a dar un resultado que se acordará de mí”, sí, sí, me acordaré de ella, sobre todo cuando me pasen la tarjeta, porque claro, pagar así no tiene mérito, que parece todo gratis, pero anda que cuando llega el aviso del banco, menudo vuelco al corazón, y que la tienes que pagar con la crema casi ya gastada, pero claro, te lo ponen así, “que le va a quedar la piel estupenda”, como la de la Melani, me decía la dependienta, o como la de mi amiga Rocío, pensaba yo, y además de la de la cara me vendieron otra de cuerpo entero, que ya te la podían regalar con la de las arrugas, aunque para qué tanta crema, digo yo, que levantándome a las seis de la mañana qué cara voy a tener, y eso que Rubencito ha dormido toda la noche de un tirón, porque vaya noches la semana pasada, claro que con el catarro que tenía el pobre, lo normal es que se despertara, y que se le cayera el chupete y que llorara, pero ¿quién se levanta?, la de siempre, que me cansé de esperar a que un día Pedro dijera “estate tranquila, que voy yo”, porque madrugar, los dos por un estilo, bueno, yo antes, que hasta tengo que dejar al niño en la guardería antes de irme a trabajar, ya me dirás si no podía acercarle él, y yo mientras dejaba recogida la casa, que bien me decía que cuando naciera me iba a ayudar, sí, sí, ayudar, si es que ni para cogerlo en brazos, “ay, Yolanda, que esto es muy grande para mí”, me decía, y la criaturita no abultaba más que una tortilla de dos huevos, pero ya se sabe, los hombres, una calamidad, ya me lo decía mi amiga Rocío, que de hombres entendía mucho..., y encima, cómo se gasta de rápido la dichosa cremita, que no cunde nada..., las arrugas las arreglará, pero anda que el color de cara que tengo hoy, bueno, como casi todos los días de invierno, color del puré de acelgas de Rubencito, pero claro la crema no hace milagros..., y vaya pelo, eso que estuve en la peluquería hace dos días, pero claro, han cambiado a la chica que lava las cabezas y se nota, vaya si se nota, ni diez minutos tardó en lavármela, con todo el pelo que tengo yo, así me quedó de mal, ya se lo dije a la encargada, que para estas cosas yo no me callo, que para eso llevo tanto tiempo siendo clienta, igual que mi amiga Rocío..., así que lo que me faltaba, con este pelo y hoy copita en la oficina, que como es el cumpleaños del jefe..., que bien que le gusta pavonearse y que le cantemos cumpleaños feliz..., pues sí que estoy yo como para celebraciones, y menos con él, que le estoy cogiendo una manía..., tan “estirao”, que ya me lo decía mi amiga Rocío que le llaman “Capitán Mierda” porque parecía que todo le olía mal, claro, ella sí que se enteraba de todo, para eso era su secretaría..., pues que se acuerde don Ramón de cuando empezamos en aquella oficinita de tres al cuarto, que ni sitio había para poner las máquinas de escribir, ahora no, claro, con ordenadores de esos portátiles que entran en cualquier sitio, para algunos, claro, porque yo bien que sigo con mi máquina, que ya me lo decía mi amiga Rocío, “que no te estanques, hija, que así no ascenderás nunca”, pero claro, yo no tengo su desparpajo, bueno, ni su desparpajo ni sus piernas, que vaya cómo tenía a los de la fábrica, con el seso perdido, bueno a los de la fábrica y a todos los que se cruzan con ella, pero claro, hasta don Ramón me lo dice que cómo voy a ascender si no estoy a lo que estoy, que no me entero de nada..., pero él qué sabrá, si con lo gordo que se está poniendo no creo que le dé la cabeza más que para pensar como colocar el trasero en su silla, él sí que no se entera, que se está poniendo como un balón, redondo, porque arrugas no tendrá, pero como un trullo, que yo la verdad casi prefiero las arrugas, que con estas cremas vas tirando, pero lo de estar gordo, qué sufrimiento, que esto no lo tomo porque engorda, que eso tampoco que tiene muchas calorías, una angustia, que también lo decía mi amiga Rocío, y no digo nada del chocolate, porque a mi si me quitan el chocolate por las noches viendo la tele es que me da algo, bueno, el chocolate y la labor, porque ver la tele mano sobre mano es que no lo puedo aguantar, me da que estoy perdiendo el tiempo..., ya me dirás que tontería, si después de estar todo el día trabajando y teniendo acostado a Rubencito, a ver si no puedo perder todo el tiempo que quiera, que también me lo decía mi amiga Rocío, porque ella sí que es lista, pero no, el caso es que no puedo y claro, se me escapan muchas cosas, y Pedro que cómo me voy a enterar así, que no se puede atender una película cosiendo y entre puntada y puntada, aunque procuro no despistarme para no preguntar, la mayoría de las veces llega el final y no se si es un descanso..., aunque a mi Pedro lo que le gusta de verdad es el fútbol, “ay, Yoly, qué partidazo tenemos hoy”, y yo le decía que sí, que vaya partidazo, igual que le debe decir hoy mi amiga Rocío..., pues ya se ha acabado el bote y encima hoy hace seis meses que Pedro se fue.

Con mi amiga Rocío.

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