Festín de amotinados (2000)

El final de la primavera

Ana Martos Carmona

Un día salió a pasear. Le gustó tanto que decidió repetir al día siguiente y al otro, y al otro, y así estuvo hasta el final de la primavera.

Otro día decidió colocar macetas en la terraza. Eran tan hermosas que la gente miraba hacia arriba cada vez que pasaban por su calle, señalando con el dedo geranios, begoñas, hortensias...

Una tarde leyó la primera página de una novela. Se sorprendió como nunca, tanto que la terminó al día siguiente y, cuando hubo leído todas las que encontraba o le dejaban, se hizo socio de la biblioteca.

Por la noche se masturbó en la cama. Sintió un placer tal que decidió repetir la noche siguiente y la otra, y la otra y desde entonces duerme como un bebé sus ocho horas del tirón.

Una mañana se sentía bien y como se sentía tan bien acordó que desde ese mismo momento nada le haría sentirse como antes, y nada mejor que ahora.

Así que así fue pasando el tiempo: salía a pasear, leía novelas, y se la meneaba en la cama, hasta que un día caminando algo cayó del cielo y le acarició la cara, algo que le era familiar y que iba a cambiar su nueva rutina. Sólo cuando se agachó pudo observar que eran los pétalos de alguna de sus macetas. Aquel mismo día habían empezado a secarse. Desbaratándolos entre los dedos comprendió que había llegado el final de la primavera.

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