Nada normal (2002)

Una escena

F. J. Herbosa Lorenzo

Imaginad una escena sencilla, no os rompáis el coco, por ejemplo una tarde en la que vais con alguien por la calle a coger una película de vídeo, no sé, vuestro hermano, novia, mujer, amigo, quien queráis, y al doblar la esquina para cruzar al otro lado de la acera donde está el cajero de alquiler, veis un vagabundo mirando un escaparate de una tienda de perfumería, y como os choca os seguís fijando, y os dais cuenta de que el tipo de barba con trasquilones, anorak renegrido y nariz roja como en los mejores cuentos de dipsómanos, no está mirando perfumes sino que observa embobado el rostro de una mujer que se anuncia en un gran cartón junto a las colonias, en el estante de Esteè Lauder, con lo que vosotros también miráis al cartel y reparáis en la modelo que no es otra que Elizabeth Hurley, muy guapa por cierto y con una sonrisa que para qué, y resulta que ya estáis esperando en el semáforo, con la cabeza girada hacia atrás sin perder de vista al mirón que con los ojos alicaídos y la boca abierta parece estar en trance, el semáforo poniéndose en verde para que sigáis, y como las cosas en la ciudad marchan rápido y es la costumbre, os veis obligados a cruzar aunque os llame más la atención el tipo, que se debe estar imaginando a su vez que si tuviera dinero para echarse medio bote cada día del perfume más caro que hay en el escaparate llevaría un traje de lana hecho a medida, tendría el pelo bien cortado y limpio, sus manos no serían rechonchas ni tendrían las uñas ribeteadas de mugre y sería quizá un tío de negocios que viajara mucho y pudiera irse de vez en vez a Londres para comprar en Harrows unos regalitos, de paso toparse en un sitio de moda con la Hurley, acercarse como quien no quiere la cosa e invitarla a una copa sólo por el gusto de verle esa espléndida sonrisa de artista de cine bajo los ojazos verdes, y vosotros metiendo dinero en el cajero de alquiler para coger la película esta de Hugh Grant que todo el mundo ve, El diario de Bridget Jones, en la que una tipa que curra de secretaria se pasa la película dándole vueltas a una crisis de los treinta que nadie sabe cómo le ha llegado, convenciéndose de que el mejor camino para volver a ser ella misma es enamorarse de un tío pijo y perfecto que le besa en plena calle, una calle quizá como la que vosotros desandáis para cruzar de nuevo el semáforo, aunque en la cera de enfrente ya no esté el vagabundo mirando el escaparate, y os entretengáis un poquito para ver por dónde anda, pero sólo un poquito porque tenéis prisa, que la película espera y queréis ir a tomar algo con vuestros amigos, y le conseguís distinguir al fondo de la calle, dando tumbadas por la acera, comido por los edificios, y al volver la cabeza os queda la cara de la Hurley sonriente en los ojos y la película de su novio Grant en las manos, con lo que, para no romperos el coco, llegáis a la conclusión de que lo normal es que esos dos estuvieran juntos y el vagabundo ése imaginando una escena frente al escaparate, yendo solo hacia el crepúsculo.

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