Nada
normal (2002)
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El gallinero |
Zelia López |
No hace mucho tiempo un señor llamado Todomío tenía veinticinco gallinas y un gallo en un diminuto corral. Eran de todos los colores. Las había blancas, cobres, grises, negras, pardas y pintas, y todas ellas estaban capitaneadas por don Palomo, un gallo que vestía un impecable plumaje blanco y lucía una pomposa cola. Era el único macho y por tanto era el dueño del gallinero. Cuando cantaba agitaba con donaire sus carúnculas rojas, y sus fanfarrones quiquiriquíes se oían en quinientos metros a la redonda. Dotado de grandes espolones, se jactaba de que las veinticinco gallinas estaban a su servicio, y orgulloso se lo hacía saber a través de sus desafinados cantos a todos los gallos de corrales colindantes. Como echaba nueve polvos al día, su fama de semental creció por toda la comarca, y se sentía el más macho y único en su especie. Las gallinas cansadas ya del trato vejatorio y humillante que sufrían, un día convocaron una reunión urgente, y aprovechando una siesta de don Palomo comenzaron la asamblea.
Primero eligieron una presidenta que recayó en la de más edad, y ésta, en lenguaje gallinaceo, abrió la sesión con estas palabras: Queridas colegas: como bien todas sabemos, nos hemos reunido aquí por dos motivos fundamentosos. Primero: por el trato desventajoso que sufrimos como hembras en comparación con el macho por parte de Todomío. Y segundo: por el trato vejatorio y humilloso que recibimos del machito don Palomo. ¿Estáis todas de acuerdo? preguntó la presidenta. Y todas menos la Pinta cacarearon que sí. Como vio que todas querían hablar estableció un turno de palabra diciendo: Calma, colegas, todas vamos a hablar y a desgranar los motivos decontentosos que cada una tiene, y que expondrá sin prisas. Para que no haya problemas, hablaréis por turnos en orden alfabético. Y según el orden establecido levantó un ala primero la gallina que representaba a las Blancas y que era muy comilona, y cacareó alegando los siguientes motivos de queja. Primero, queremos condenar a Todomío por la comida tan horrible que nos suministra. Nos está engañando miserablemente con comida prensada que nadie sabe lo que es, y que a mí me hace estar siempre ansiolítica, lo que nos lleva a no tener paz y a poner huevos en exceso debido a la hiperactividad que me produce ese horrible alimento, y segundo condeno, a don Palomo por violación humillosa contra mí. Muy bien, apunto tus quejas dijo la presidenta. Y a continuación habló la representante de las Cobrizas. Nosotros estamos de acuerdo con mi colega Blanca y además digo: que echamos mucho de menos unos granos de trigo y una papillita de salvados, y ¿qué me decís de unas briznas de hierba frescosa, preferentemente unas hojitas verdes de pamplina? Y cuánto bien nos harían unas chinitas blancas que llevarme al buche para facilitar la digestión. Sí, yo me acuerdo de esos sabores tan lejanos, pero que aún guardo en mi corta memoria y no puedo por menos que sentirme tristosa y por ello condeno esta bazofia de comida que nos larga Todomío, y que todo sabe a nada. La presidenta admitió su queja y dio turno a la delegada de las Grises la cual como era muy romántica soltó: Yo estoy de acuerdo con mis colegas anteriores y quiero añadir algo más a lo ya expuesto. Yo rememoro con melancolía esos paseos mañaneros que dábamos en busca de esos preciados alimentos mientras estirábamos las patas y lucíamos nuestras alas practicando esos vuelos cortos, para llamar la atención de algún gallito vistoso. Ahora nos tienen aquí encerradas con un solo macho para todas, que además, es un engreído y vanidoso, y nos monta sin mirarnos siquiera, y todo en aras de la producción, somos unas meras máquinas productoras de huevos, y además de corta vida, pues si disminuimos la puesta, Todomío nos sacrifica sin el menor miramiento y acabamos en el puchero y dicho esto se organizó un gran revuelo y se levantó la sesión para el día siguiente, pues don Palomo se despertó bruscamente, que haciendo uso de su potente voz y entonando un desafinado quiquiriquí, se fue requiriendo con urgencia los servicios de una de sus víctimas, y sin el menor respeto montó a la gallina Pinta que era la que más a mano tenía en aquel momento. Todomío acudió como todos los días a echarles su ración de piensos dopantes y al añadir un poco de agua a sus bebederos, observó que estaban muy tranquilas y no salían con el ansia acostumbrada a picotear y disputarse la comida, pero no le dio mayor importancia. Recogió los setenta y cinco huevos como hacía todas las tardes y cerró la puerta del diminuto corral hasta el día siguiente en que volvería a hacer la misma operación. Al día siguiente, aprovechando otra vez la siesta de don Palomo, se volvieron a reunir en asamblea. Abrió la sesión la presidenta y dio la palabra a la coqueta gallina Negra. Escuchadas vuestras quejas anteriores doy fe de todo pero dijo estirando su cuello y mirando de reojo a don Palomo que un tiempo atrás mantuvo con él un corto romance yo quiero hablar de otro tema sustancioso y que para mí no es menos importante. Como mantener más de un gallo no es rentable, según dice el calculoso Todomío a sus amigos cuando vienen a vernos, nos tenemos que conformar con un gallo para todas, que además nos monta sin hacernos la corte, y sin preguntar si queremos copulosear con él o no en ese momento. Él simplemente nos coge a su antojo, a la que quiere y cuando quiere. Le tenemos aquí para mero placer suyo, y sin pensar para nada en el placer nuestro, y a eso se le llama malos tratos. Pero además olvida que nosotras para poner huevos no le necesitamos en absoluto. Y estoy harta de sus pavoneos, de sus cantos de sirena y de su orgullo de macho, de que no haga nada para ganarse el pan, de su mirada de desprecio como si fuéramos inferiores. Y no sabe que él está aquí por nosotras, que nos ganamos nuestra comida dando al patrón todos los días nuestros huevos y a veces con dos yemas, los cuales ponemos con mucho esfuerzo, y él en cambio sólo hace divertirse con nosotras, nos humilla y estamos sometidas a su antojo. Terminada su intervención algunas aplaudieron, y tomó la palabra la joven gallina Parda y dijo. Nosotras también queremos dar nuestra queja y allá va. A mí me da mucha pena no tener abuelos ni padres como teníamos antes. Ya no incubamos ni tenemos nuestros propios pollitos. Yo no sé lo que es ser madre, nos han quitado nuestros sentimientos de familia. Ahorita unas máquinas tienen hijos por nosotros. Somos todos desconocidos, sólo somos esclavas de la producción, y no sé lo que es enamorarse. Por las noches sueño con un gallito galán que me hace la corte, y se pavonea llamando mi atención de hembra, y yo feliz me rindo a sus efluvios encantosos, pero luego me despierto y veo la realidad y lloro amargosamente. Hubo un silencio triste, hasta que por último habló la Pinta, y sentenció: Queridas colegas: todas estamos en el mismo barco y sufrimos las mismas desgracias. Yo tengo que confesar que también he estado muy enamorada de don Palomo, pero él se ha burlado de mí. Un tiempo atrás hubiera muerto por defenderle, pero ahora mi propuesta es ¡Venganza contra los dos! ¡Venganza! cacareaban todas a una. ¡Silencio, silencio! gritó la presidenta. Quiero advertiros que aquí tenemos comida. Sí, es mala, pero tenemos un techo y estamos atendidas. Y en cuanto a don Palomo, pasemos todas de él, y él se dará cuenta de su trato, empezará a ser más amable, y con el tiempo cambiará. ¡Venganza! volvió a gritar la Pinta y añadió. Olvidas que los machos nunca cambian, y peor de lo que estamos no podemos estar. Más vale comer menos y más sano, y no padecer estrés y mucho menos humillaciones, yo todo lo que aquí me dan lo cambio por ser libre. Síííí ¡Venganza! gritaron todas. Y se vengaron. En primer lugar del gallo, pues ya no se volvieron a dejar montar nunca más por don Palomo, y el pobre se volvió loco de rabia y una noche estiró la pata de un exceso testosterona y un subidón de bilirrubina Y a la noche siguiente en vez de dormir abrieron a golpe de picotazos un boquete en la puerta del corral y poniendo patas en polvorosa huyeron despavoridas dejando vacío el corral de Todomío. |
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