Nada normal (2002)

Instrucciones

Concha Márquez Olozagarre

Algunos creen que cuando te tiras en parapente desde lo alto de la montaña, todo es caer y ya está. ¡No!

Tienes que vencer esa angustia vital que te ancla en la tierra y te cose a preguntas sin respuesta; con suerte, te convences de la valentía y te das agallas; te hablas de conseguir el sueño de todo hombre; mientes, pero te empeñas en lo bien que vas a quedar delante de los amigos, que si no te tiras después de haberlo dicho te van a llamar gallina güevona, que no te gusta nada; y luego, crees que lo haces por ti, y piensas y piensas y cuando ¡por fin! superas toda esa incertidumbre a la que los estudiosos de la mente han dado en llamar miedo, y ya te has hecho a la idea de lanzarte al vacío para caer; entonces saltas, y un inesperado rebufo de viento te empuja y te monta de súbito en un elevador que te alza por las nubes al estilo de montaña rusa traicionera y te deja en un flash allá arriba.

Pero es solo el principio.

Contemplas lo alto que has subido y no sabes decir exactamente qué distancia te separa de la tierra, sólo sabes que estás muy alto y por un momento piensas que jamás en la vida volverás a allá abajo; aprietas el culo y esperas comenzar a caer en cualquier momento; pero no quieres, te niegas, estás muy tenso, te sientes grande y pequeño a la vez, te sientes águila y hombre, poco hombre o mucho hombre, eso depende; pero nunca hormiga, eso era antes. Tras el paso contemplatorio decides dominar la situación, mover los hilos, desplazarte por las alturas, nada de descender, te desplazas, planeas, pero no caes; de momento eso importa, experimentas la sensación de ingravidez, parece que todo se eleva, que está en suspensión, incluso, acaso suba; no sabrías decir a ciencia cierta si sube o baja, pero el estomago sí está en tu boca, y tu hombría permanece a buen recaudo refugiada bajo la piel, dentro, muy dentro. La adrenalina te baña y te hincha. Los de abajo te miran y te encuentras algo incómodo, tenso tal vez, entonces tiras del hilo izquierdo y giras rápidamente como una peonza convirtiendo el horizonte en una tangente a tus ojos, ves la falda de la montaña, descubres la simple física del giro y la practicas, eso excita mucho y te pierde. Por fin, y de pura casualidad, te quieres acomodar mejor porque te molesta el arnés en las ingles y tiras de las dos manos a la vez para subir las piernas, la flexión produce el efecto contrario, te precipitas en el vacío y gritas por primera vez con todas tus fuerzas. Eso es caer, y ya no sabes si quieres caer o no; quieres descender poco a poco pero no caer, no te gusta caer, porque ahora la tierra está más cerca y ya eres capaz de calibrar el tamaño del impacto.

Ya sabes como caer, ya sabes como girar, pero te mantienes en lo alto un poco más porque te sientes más hombre que nunca y empieza el disfrute: con ojos de águila se ve la presa fácil, las hormigas a tus pies te dan risa y entonces gritas y pones verde al cabrón que se llevó a tu chica y quieres encontrarlo; y menosprecias a esos jefes que ahora son pulgas, porque aquí nadie te toca, porque nadie va a venir a darte una palmadita en la espalda, por que eres el más grande y disfrutas siéndolo, tú, autosuficiente, en la cumbre, en el cielo, como una estrella... y cuando crees que todo lo que has hecho ha merecido la pena, te enganchas en una térmica, sí, una de esas columnas de aire que te absorben como si te hubieran puesto un cohete. Y empiezas a subir y subir por la columna hasta que estás tan rígido que no te atreves a mover ni un pelo; tienes vértigo, no respiras, pero sigues subiendo y te meas encima; el cálido fluido se esparce por tu pecho hasta el cuello y te lo tragas. De repente, todo se para y te quedas colgado tan alto que sólo eres ya un punto negro.

Ni para arriba, ni para abajo, ni derecha, ni izquierda, no hay giro, no hay viento, no hay nada; parece que alguien se ha bebido la gravedad y nada te atrae hacia la tierra; te arrepientes de hacer las cosas solo y de no haber leído las instrucciones, de haberte ido por las nubes, de estar aislado, de querer volar alto, de ser polvo de columna y entonces te quedas colgado para siempre.

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