Nada normal (2002)

La columna

Concha Márquez Olozagarre

¿Quién sabe el tiempo que llevarán allí esas malditas columnas que tanto devoran? Estaban allí aún antes de Cristo; incluso antes de Adán.

Y yo me lo creo y ya está.

Desde aquí abajo, las miras y no te puedes hacer a la idea, sólo se ven puntos negros.

Nadie diría que detrás, se estira toda una larga cánula bien nutrida y apelmazada.

Yo creo que el hombre inventó todo tipo de artilugios sólo para llegar a esos pilares y allí está la muestra, todo está allí nutriendo el diámetro de su gaznate: globos, zeppelines, aviones, helicópteros, cohetes, satélites, asteroides, pajarracos... pero esas son las cañas más antiguas; en las recientes incluso he visto maquinas de coser, proyectores de cine, radios, televisores, ordenadores, cuadros, crucifijos, pianos..., sí, sí, pianos de cola.

Los aviones comerciales bordean esos cilindros, que desde aquí tan sólo son puntos, con un sin fin de eses y zetas imprevistas y hasta han puesto obligatoria la vacuna del vómito.

Volar se ha convertido en una aventura de alto riesgo poco aconsejable, no apta para personas inteligentes.

El tope de aproximación turística que aconseja la ONU para no alimentar la cloaca, está en unos cien metros aproximadamente; pero así por lo menos, puedes ver algo con prismáticos.

Mucho mejor, aunque más caro, es ver toda esa especie de chorros a los que llaman columnas, por la tele.

Como hago yo.

Las cadenas privadas tienen infinidad de trozos filmados de otras época. Trozos de fuste que hoy en día ya se han convertido en polvo columnial, y que ellos dicen que eran partes de columnas aunque ahora ya no estén. ¡Qué pena que los cuerpos sean perecederos!, así no hay forma de creerse nada.

Yo ya no me creo nada aunque lo vea. ¿Quién me dice que no es publicidad para hacer adeptos al canal 9? Pero, en fin.

Los cohetes, ya desde las últimas décadas, dice mi padre que salen desde el polo sur por si acaso; los cohetes, que fueron creados para medir la altura de esas pilastras y que todos los que salieron, cuenta papá que nunca regresaron.

En todas las épocas ha habido intrépidos que han osado desafiar la frontera límite, quizá para rescatar algo o a alguien de su interior, pero lo único que ha quedado es la filmación de su intento en vídeo o la instantánea en foto o la constatación del hecho en papel o ni eso, nada.

Levantas un pie del suelo y...

Desde luego yo no pienso subir allá arriba ni de visita; no pienso engordar ni a un solo grano. Nunca sabré lo que motiva a la gente para ascender tan alto. No seré yo el que suspenda por subir; ni el que me tire en parapente para que me pille una térmica, me confíe, me eleve rápido y me quede colgado en una de esas columnas de aire.

¡Jamás! Esos puntos negros habría que borrarlos para que no incitaran a las personas, para que no pudieran atrapar a nadie más.

Eso opino yo.

Pero en mi colegio aseguran que esas malditas columnas no son más que “Una gran tela de araña estelar en la que se atrapa el universo entero, se nutren de materia y que han sido puestas allí para establecer el orden cósmico-terreno-celestial”.

Y me pregunto a propósito de la tela:

¿Y la araña, dónde está?

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