Nada normal (2002)

Cartas

Josu Ojeda

Para Sergio. Gracias por todo.


Hola, ¿Sabes que estoy loco por ti? Te quiero un montón. Sí, muchísimo. ¿Sorprendida? No, no lo creo. Bueno, tal vez te sorprenda por una parte que al final me haya atrevido a decírtelo y, por otra, que sea tan cobarde como para hacerlo por escrito. En cierto modo esta decisión no solo implica cobardía, sino también una considerable dosis de estupidez. Digo esto porque los dos sabemos que la posibilidad, remota, de que tu reacción fuera positiva ante esta revelación, se basaría, digamos, en la “magia del momento”. Con esto me refiero a que, tal vez, lo romántico y... ¿cómo decirlo?... emotivo de la situación haría que tu femenina sensibilidad se manifestara de forma espontánea y descontrolada, haciendo que la irracionalidad nublara tu cerebro y me recibiera en tus labios. Pues bien, es precisamente este hecho el que me disuade de una declaración al uso y me remite a otra más propia de un siglo anterior (digamos el xviii, por ejemplo). Sucede que la anteriormente comentada reacción de transigencia involuntaria ante mis intenciones sería, sin lugar a dudas, pasajera y, al no ser eso lo que yo busco, prefiero utilizar este método que, aunque me resta un considerable porcentaje de posibilidad de éxito, me asegura que éste, lindando con lo imposible, sería más fiable y valioso.

No sé qué más decirte, así que casi mejor me despido. Un abrazo,



Óscar



P.D.: Que supongo que ha quedado claro y no hace falta que lo diga pero, por si acaso, con esta carta te estoy pidiendo que salgamos.

P.D.2: ¿Me puedes hacer un favor? No tardes demasiado en contestar, ¿vale? Muchas gracias.

P.D.3: Por cierto, contéstame sea lo que sea lo que decidas. Es que si no me contestas voy a estar comiéndome la cabeza pensando si es que pasas de mí o no has recibido la carta. Gracias.



Hola, Antes de nada me gustaría disculparme por haber tardado tanto tiempo en contestarte, sobre todo sabiendo que la espera te habrá resultado bastante agobiante, supongo. Así que, lo siento.

En tu carta decías que me sorprendería tu cobardía pero no tus sentimientos. Pues verás, en lo primero tienes algo de razón, ya que una declaración por carta no es algo que una se espere, pero no digas que es un acto cobarde, a mí me pareció precioso. En cuanto a lo que sientes por mí he de admitir que, en contra de tus sospechas, me ha cogido absolutamente por sorpresa. Te aseguro que las veces que hemos estado juntos nunca he notado nada que me hiciera imaginar tu interés por mí, y mucho menos a un nivel como el que plasmas en tu carta. A decir verdad, tanto lo inesperado de la situación como la forma de expresarte me han hecho incluso dudar de la fiabilidad de tu declaración, que en algún momento llegué a considerar una broma de mal gusto. Pero esta idea la deseché definitivamente por lo emotivo de tus sentimientos. No podían ser de mentira. Es esa desconfianza una de las razones de mi tardanza, pero la fundamental ha sido el miedo, el miedo de no estar a tu altura al contestarte. Tras mucho pensarlo he llegado a la conclusión de que lo mejor es escribir lo que siento, lo que pienso, sin darle más vueltas, como salga, del mismo modo que, supongo, lo hiciste tú en su día con esa carta que quiero agradecerte por lo halagador de sus palabras, por lo bien que me ha hecho sentir. En fin, que lo único que puedo responderte es que no quiero salir contigo porque no me gustas.

No sé qué más decirte, así que casi mejor me despido. Recuerdos,



Marina



P.D.: Siento no ser tan buena como tú escribiendo, pero espero que agradezcas mi sinceridad como yo agradecí la tuya.

P.D.2: Espero que esto no interfiera en nuestra amistad, porque me caes muy bien y sería una pena.

P.D.3: Una vez más te pido disculpas por haber tardado tanto en escribir.




Haz clic aquí para imprimir este relato

Ir al siguiente cuento

Volver al índice del libro