Nada normal (2002) |
Él |
Estela Noemí Once |
Aunque hace mucho calor debes salir a trabajar para que tu mujer no se aleje y la muerte no te alcance.
Tienes frío, por eso te abrigas, por eso te tapas. Hay un sol desnudo que abraza, sin embargo tú sientes frío. Caminas por las calles con tu aura gris, tu paso lento, tus manos en la espalda, tu cabeza gacha. No ves los ojos de los que caminan junto a ti. No puedes. Tienes frío. Mientras desayunas en el bar de siempre, recibes las mismas miradas salvajemente discretas. Tú sabes que ellos saben, por eso miran y tú levantas el cuello de tu abrigo y te cubres. Tienes frío. Cuando llegas a la oficina, a tus compañeros les sobran gestos de complicidad. En tanto tú trabajas con el abrigo puesto. Tú te tapas. Sabes que ellos han gastado bromas, se pusieron de acuerdo para inventar historias tristes y alegres, para que tú participaras, festejaron cumpleaños y te invitaron; pero tú no acudiste porque tenías frío. Cuando regresas a casa, mientras la noche avanza jadeante desde lo profundo, subes el cuello de tu abrigo, lo abrochas y te tapas. Sin embargo tu mujer te espera... Ha puesto la mesa para dos y ha prendido velas. Ella camina sensual, intenta comenzar una frase. Te mira. Se aleja. Tú, sin articular palabra, la tomas en los brazos, la recuestas en la cama, la penetras con el abrigo puesto. Sientes frío. No puedes dormir, un dolor vivo e intenso se aloja justo en el plexo solar. Por primera vez, en medio de la oscuridad, tiendes la mano en busca de ayuda, pero el frío no te deja, te encoges en posición fetal. No puedes taparte. Entonces, la muerte te toma en sus brazos y te abriga. Te tapa. |
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