Nada normal (2002)
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De rojo intenso |
Enrique Triana |
Había ocupado toda la mesa para hacer el puzzle y toda la mañana para colocar las piezas que formaban el borde. Cuando terminó, la imagen se empezó a adivinar, aunque fuera tan sólo por los colores que iluminaban los márgenes. Arriba el azul claro de un cielo despejado y los tonos oscuros de las torres más altas de un pueblo. Abajo el color pardo de la tierra y el verde del musgo, que dejaban paso al azul, otra vez el azul, del mar y al blanco de las olas que rompían contra las rocas. Necesitó cincuenta piezas, o quizás sesenta, para terminar un pequeño puente que, al fondo, unía un pueblo con otro pueblo, más allá del cuadro. Cuando llegó la hora de la comida colocó la última pieza de un tejado de pizarra sobre un balcón donde florecían los jazmines y las violetas. Veinte, treinta piezas trajeron al puzzle las montañas lejanas, y más abajo, con apenas nueve, se formó un grupo de marineros descalzos arrastrando una red de pesca por la playa. Fueron más las que necesitó para acabar el muelle y la barca amarrada a una argolla del puerto. El mar fue lo último que terminó, cuando ya se había olvidado de comer y la tarde caía más allá del puzzle. Sólo quedaba un hueco, un único hueco por cubrir, a la derecha de la barca, por debajo del cielo, en mitad del mar, azul de agua, blanco de espuma y verde de alga. Sólo quedaba una pieza en la caja del puzzle. Cuando la puso por fin, pasó el dedo por encima para comprobar el ajuste perfecto de la última pieza, una última pieza de rojo intenso.
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