De eso que no se puede decir

 Marta García Aller

Para ti


De eso que no se puede decir, mejor hablar, lo leí en esa revista de psicoanálisis que circula de vez en cuando por la cafetería de la facultad y, tras darle muchas vueltas en la cabeza y remover el corazón, lo hablo al fin y lo hago así, porque no sé decirte esto de otra manera, porque no sé si debo hacerlo ni si aun así podré, y si te lo escribo es porque al fin y al cabo es lo más parecido a conversar noblemente que conozco, ¿o tú no?, y además lo hago mejor, escribir me refiero, mejor que cualquier otra cosa, o al menos eso creo (no sé si lo creo o lo deseo, pero ahora igual da) y por eso te lo he dado a leer, aunque no sé si me arrepiento por ello, por arriesgarme a joder una hermosa amistad (como dice Humphrey en Casablanca), y aunque ahora me dé igual, o eso quiera aparentar al menos, el caso es que ya lo tienes delante y lo estás desgranando línea por línea y letra por letra, conque ya no hay remedio aunque escriba la palabra fin, y por eso te ruego que no levantes la vista de estas páginas hasta que termines, hasta que llegues al punto final, no vaya a ser que descubras los ojos con que te estoy mirando, no lo hagas por favor, no esboces una sonrisa guiñándome un ojo, que no bromeo, que nunca he hablado tan en serio y por eso te ruego que no te muevas de la silla y sigas frente a mí, sujetando este libro de relatos con tu mano derecha, mientras la otra juega mecánicamente con la cucharilla y yo trato de olvidar con café amargo en taza grande el frío que hace ahí fuera, cuando la crudeza del invierno es el cuadro anónimo pintado en las ventanas de esta cafetería madrileña, y yo te miro, esperando a que caiga el chaparrón, con azúcar y turrón, después de que llegues a esa línea en la que más abajo te hablo de eso que no he logrado decir todavía, y si ahora no lo hago es porque quiero dilatar este momento en que aún sé que te puedo mirar como lo vengo haciendo de un tiempo a esta parte, prolongándolo un poquito más, sólo el poquito que tardes en comprender, y entre tanto mirarte despacio, disfrutar sin compromiso del desorden de tu pelo y de esa boca que ahora pronuncia sin voz estas palabras, y de tus ojos cómplices que me soplan lo que lees en este instante, y de otras partes de ti que también tienes preciosas y en las que no debería fijarme porque siempre decimos que somos colegas, y no quiero cambiar eso por nada del mundo, bueno tal vez sea justo lo que quiera cambiar, o no cambiar, sino mejorar, no lo sé, no lo sé ni querré saberlo hasta que no me encuentre con fuerzas para comprobarlo, y sólo tú me das fuerza y a la vez me la quitas, eso es lo que me atormenta porque sabes que tengo adicción a la independencia y más aún sentimental pero, por favor, no dejes de leer ahora, o sí, deja de hacerlo, olvida que esto está publicado para que tú lo leas aquí esta noche y léelo como una historia más de las que hay en este libro, pero entonces no me mires a la cara, todavía no, por favor te lo pido, que antes prefiero beber de un sorbo eterno este café, aunque con ello me abrase las entrañas, si así la taza te oculta mi rostro un instante, pues no sé qué pasará cuando llegue la última línea, cierres el libro, lo dejes encima de la mesa aplastando el papel de regalo y tus ojos elijan dónde detenerse, de modo que mejor continúa, no vaya a ser que me elijan a mí, lee sin parar, hasta el final, y luego en vez de hablar, cuando termine esta función y yo haya rasgado nuestro equilibrio, sin prestarnos atención nos bebemos los cafés, pagamos la cuenta y entramos al teatro, que al fin y al cabo era para lo que habíamos quedado esta noche, esta noche del carajo en la que no sé por qué he decidido soñarnos otra vida levantando el telón, a esperar que se apaguen las luces y a confiar en que ellas me echen un cable, porque necesitaré tu silencio en este desierto lleno de gente, porque me dará pánico oír tus verdades cuando sepas las mías, que ya te he dicho un poco más arriba que las vomité en el papel por descuido, que fue sin querer, pues yo no podía tenerlas dentro por más tiempo si quería sobrevivirme, es decir, que ahora no te lo tomes tan a la tremenda, dile al perfil de tus labios que pare de temblar y no alces el libro con las dos manos para esconder ese rubor confuso que trepa por tus mejillas sonrojándolas, que te he dado esto a leer como algo muy especial por la sencilla razón de que es lo primero que publico en toda mi vida, que por eso te dije que tenía una sorpresa para ti, pero es una historia nada más, otra de las muchas que te enseño, y por eso sólo te pido una opinión sobre el estilo, la técnica e incluso la verosimilitud interna del relato si quieres, y hago hincapié en estas dos cosas (interna y relato), es decir, mejor sólo léelo como otras veces, como mi ángel de la guarda y mi dulce compañía, no me desampares ni de noche ni de día, ¿entiendes ahora?, pues ya está, no es más que eso, un cuento que estás leyendo y en el que trataba de expresar unos sentimientos hacia ti, bueno, hacia mi personaje quiero decir, así que ya no me da miedo seguir con lo que estaba diciendo, con eso de que eres mi ángel y que no sé cómo decirte algo que he admitido por fin que siento y descubrí, bueno tal vez no sea ésta una expresión afortunada, pues no es algo que de repente se descubra como quien descubre un nuevo continente o una mancha de humedad en el techo de la habitación, pero vamos, tú me entiendes, quiero decir que empecé a darme cuenta de toda esta historia que ya estarás entendiendo, cuando hace unos días me presentaste a ese nuevo lío tuyo, de cara bonita y pico de oro, que mira que es imbécil, aunque algo tendrá, no lo sé, a lo mejor es que lleva escondida su personalidad en la funda del móvil y no la usa, la personalidad digo, por no desgastarla, o es cuestión de sencillez como tú dices, pero yo creo que no encajáis en absoluto, que tu tipo es alguien como yo, sí, eso es, ¿te vas enterando?, pues ahora sí que no se te ocurra mirarme y sigue leyendo, que he cogido carrerilla y ya no puedo parar de derramarme en tu conciencia, pues si por fuera te cuento mi vida, es porque dentro mi vida eres tú, y ya está, y eso es todo lo que tenía que decirte, de modo que ahora me puedes mirar cuanto desees y decir lo que te plazca, que yo ya he hablado de sobra y me siento como nunca, por eso cuando termines y alces la vista ve en mí lo que quieras, yo tengo muy claro qué he sentido al contemplarte leyendo este, digámoslo así, relato, o mejor no, qué relato ni qué hostias, hablemos claro de una vez y no inventemos sutilezas, que no hay ficción en mi confidencia, y si ahora pregunto qué te ha parecido mi cuento, te estaré preguntando si me amas.

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