Tú decides

 David Lastras

Buenos días, tardes o noches, lector o lectora: Éste, como casi todos los prólogos, está destinado al olvido. No sé por qué, pero lo cierto es que no solemos leer ninguno de ellos. Aún incluso los de aquellos libros que nos interesan verdaderamente y los hayamos pagado de nuestros propios cerditos. Pero a lo mejor éste no es tu caso. A lo mejor estás hojeando el libro, sentado en una Blasa, porque alguien te lo ha endosado después de hablarte sobre él una media hora (tú dirías que más tiempo) y claro, cómo rechazar luego su ofrecimiento para que lo leyeras. O quién sabe, a lo mejor el libro ha caído en tus manos para festejar tu 19° cumpleaños. El caso es que el libro estaba persiguiéndote por toda la casa y nunca conseguía adelantarte y abrirse delante de ti. Y tú, como buen Esquivador de Situaciones Comprometidas, has empezado a leer el prólogo para enterarte de algo, lo necesario, sin necesidad de abrirle todas sus hojas. Seguramente te estarás decepcionando y estarás pensando que, otra vez, tendrás que poner en marcha tu particular L + I (lectura + imaginación). Es decir, te tendrás que leer unas 5 ó l0 páginas del principio, unas 15 del medio y el último capítulo. Y luego en conjunto con tu propia imaginación, realizar una pequeña síntesis del libro. Sin embargo, afortunadamente para ti, en esta ocasión no deberás hacer esto. Este libro consta de muchos relatos con total autonomía entre sí. Así que lo único que deberás hacer es leerte el relato de quien te lo haya regalado o endosado. Y si después de esa literatura comprometida te apetece leer otras cuatro páginas (es decir, otro relato), te aconsejo uno de un tal David Lastres o Lastra. El título del escrito es La norma de la rozadura, o La ley de rozamiento, o... Bueno, algo por el estilo. Y esto te lo digo con una total carencia de amor de librero, de editor o de uno que, simplemente le ha aparecido en la cocina de su casa un gigantesco jamón de pata negra, con una tarjetita un tanto amenazante. Pero quizá te lo tienes que leer entero. Como si lo viera. El calvorota de Literatura ha dicho que es un increíble documento de los inicios de unos magníficos escritores, de finales del siglo XX. Pues sí, una soplapollez. Sin embargo, no te preocupes, he aquí varias ideas:

* Plan A (más complicado e inseguro): Léete sólo aquellos autores que te suenen y los que, o bien sus relatos sean muy cortitos, o bien te atraigan por sus títulos.

* Plan B (mucho más fácil, aunque ten en cuenta que tu estatus social bajará varios puntos): Hazte amigo, de Empollona Díaz. Da igual el nombre. Lo que importa son sus características: con dos vasos por gafas, irá bien vestida, como de uniforme. Posiblemente con dos trenzas una cada lado de la cabeza. Su frase preferida: «Yo lo sé, señorita profesora». Fuera de temas escolares, como un preservativo en casa de un estéril. No obstante, es una excelente profesional, así que si sales bien de ésta, es posible que la puedas utilizar en cualquier otra asignatura. Nunca falla. Sólo una cosa más: dicho espécimen también se encuentra en versión masculina. Mañana, en clase, busca y analiza. Y luego decide qué plan a seguir.

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