Estábamos comiendo. Mi mujer empezó a hablar de las compañeras de trabajo, de los niños, de la vecina del quinto, de su madre, de la mía. Cuando empieza así no hay quien la pare. Yo miraba la tele. Estaba encendida y acababa de salir Clemente. Contestaba a unas preguntas. No podía escucharle. Estábamos a punto de perder la Copa de Europa y no podía escuchar lo que decían. Miré a mi mujer. Boqueaba como un pez. Me levanté de la mesa y fui al baño. Me quité el cinturón. Volví al comedor. Por detrás puse el cinturón alrededor de su cuello y apreté con fuerza. Sus ojos se agrandaron de repente y su boca se abrió aún más. Creo que todavía quería decirme algo. Solté el cinturón y su cabeza cayó encima del plato. Volví a mi sitio. Clemente ya no hacía declaraciones. Miré a mi mujer. Sólo quería que se callara.

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