Para un hijo

 Vicente Pachón


Amado neno, chiquilín en vísperas: Hoy la nieve ha cubierto el monte y los prados. Es blanca la nieve y tú no lo sabes, pero cualquier paisanín apresado por ella te dirá que es muy negra cuando te rodea. Neno, tú vienes de una tierra de manzanas, de una tierra mojada, olorosa y negra, de carbón de hulla.

No estoy a tu lado y te oigo y te veo. Casi balbuceas y yo no sé cómo hablaré contigo, qué difícil camino recorreremos juntos. Qué difícil la risa y qué difícil el llanto. Cuando junto mi oreja a tu pecho blandito, escucho tus latidos: pam, pam, pam, muy deprisa, con compás. Y está por ver a qué lado del mar vas a defender tu vida, en qué ladera vas a arriesgar con el peligro necesario y justo.

Neno, yo no tengo prisa a tu vera, pero te me escapas al atardecer, al amanecer, a golpes de pie, con las manos cerradas. Y es limpio el día, y yo te hablo y tú me escuchas. Sé que me entiendes, por eso te ríes. Sabes que te entiendo, por eso lloras a menudo. Pero eres tan pequeño que me falta la fragancia de olvidarte.

¿Sabes? No quiero hablarte con profundidad, porque me caería. Pero quiero hablarte quedo y pausadín. Te quiero, neno. Te lo voy a decir sin grandes gestos, quizás sin mover los labios. Te quiero, neno. Y te mueves. Te lo diré siempre. No puedo decirte mucho más. Dejaré entonces hablar a todo lo que sea natural, a la sidra, al viento, al mar, al toc-toc de las madreñas, a las mujeres, a los gritos, al susurro, al vaivén de las estrellas. No te voy a dar consejos, maldita osadía. Si los necesitas, escucha el quejío del flamenco, el sonido de una gaita, acércate a una moraga a la vera del mar, escucha los cua-cua de Berty, el galope del asturcón, el eco de las minas. Deja que frenen en tu cuerpo todas las sensaciones y elige. Siempre elige.

Y ríe, que yo te acompañaré. Y di, no como aquel muchacho de Xátiva, cuando tengas que hacerlo. Yo también lo diré. Y corre como el viento de poniente cuando entren en liza los alisios. Sé libre, mi amor, de la única manera que conozco: con el pensamiento. Llora cuando te vean y lávate con tus lágrimas, no tendrás mayor alivio. Siempre estaré a tu lado, como los troncos bajo el fuego.

No olvides nunca cantar cuando una guitarra se rasguee sola. No quiero decirle nunca nada que no nazca en ti. Acaso sólo te haga falta mirarme. Acaso sólo me haga falta mirarte.

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