Ask

 Juan Pérez-Lanzac Casado


A todos los románticos y sus pequeñas utopías







—Javi, ¿no irás a hablar con Marta? —dijo Manuel. Y en efecto, Javier iba a decirle a Marta lo que pensaba. Nada le iría a parar, al menos eso creía. Sin hacer ningún reparo en las consecuencias que eso podía acaparar Javier iba a mover su culito desde la puerta de su facultad a través de los escasos trescientos metros que le separan del colegio mayor de Marta.

—Javi, es suicida —seguía Manuel.

Nada, no había manera, Javier ya se había puesto en marcha muy decidido y otro tanto seguro de sí mismo. No es que fuese un tema personal, todos sus amigos sabían lo que Marta representaba para Javier, pero para él esto era un tema de liberación de espíritu, una manera de acabar con todas las dudas que le martirizaban desde los seis meses de enamoramiento que llevaba.

Manuel había desistido ya en su intento de frenarle, pero Borja, que era compañero de depresión sentimental, estaba todavía lejos de estar vencido.

Así que cogió su bici en un nuevo intento de bajar a Javi de su nube, de hacerle ver las cosas tal y como son, de recordarle que ayer Marta empezó a salir con el de la chupa roja, así lo llamaban. Y además hacerle ver que una declaración rotunda de amor no iba más que a reducir a cero sus posibilidades.

—Mira, Javi —decía Borja jadeando mientras pedaleaba—, como hagas lo que sé que vas a hacer, va a ser peor. Te vas a derrumbar. Escúchame, tío, joder, que yo estoy en la misma jodida situación que tú. Pero que quieres que te diga somos unos capullos románticos. Sólo nos va bien con la tía que nos gusta en nuestros sueños, estamos destinados al fracaso, todo lo que sentimos lo elevamos al cuadrado y sólo obtenemos mierda y más mierda de ello —ya habían llegado a le puerta del colegio— pero escúchame, si cruzas esta puerta puede ser que te arrepientas. Y un tío como tú, aunque se frustre una y otra vez con el amor, nunca se arrepiente de nada de lo que hace.

Javier se paró en seco, le dio un abrazo a Borja y le agradeció el esfuerzo que estaba haciendo por frenarle. También le dijo que era demasiado tarde, y algo así como que él sabía lo que hacer en ese tipo de situaciones. Luego siguió andando dejando a Manuel perplejo en su bici.

En el colegio mayor de chicas Santa María de las Rosas había algunas amigas de Javier que al verle entrar supieron muy bien a lo que iba. También intentaron frenarle, pero llegaron tarde.

Javier entró en la habitación. La improvisación reinaba ahora dentro de su cabeza. Ella le miraba sentada en su cama, esperando que le dijese lo que quería. En ningún momento la miró a los ojos. A ella le gustan los Smiths, grupo inglés de los ochenta, básico en la vida de Javier. Sin saber por qué se puso a pensar en los Smiths con todas sus fuerzas. No era precisamente lógico en ese momento, pero algo en el caos que había en su cabeza le decía que era el único buen camino. Su mano derecha alcanzó la guitarra de Marta que estaba apoyada en la pared. Javier volvía a estar decidido, otra vez nada le pararía.

Los acordes de la canción «Ask» de los Smiths empezaron a sonar. Marta no acababa de comprender, y seguía asombrada observando los movimientos de Javier. Ahora él cantaba el estribillo de la canción: «La timidez es atractiva, pero te impide hacer todo lo que te gustaría en la vida». Así unas cuatro veces y acabando en seco. Sus ojos la miraban y lo decían todo. Ella empezó a comprender. Silencio, hubo un largo silencio entre dos vidas que se observaban. Marta se acercó, le tocó los labios y le dio el beso más pasional que jamás había dado. Se desplomaron sobre la cama. Las consecuencias llegarían mañana.

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