Festín de amotinados (2000) |
El sótano |
Germán Redondo |
A mi hermano, Iván
Víctor se encuentra profundamente dormido. Yace encorvado sobre un camastro de espuma protegiendo una botella de vino medio vacía que se hunde entre su cuerpo y el del colchón. De repente suena el teléfono. Víctor abre los ojos sobresaltado y se levanta torpemente de la cama dejando caer la botella de vino al suelo. Corre hacia el salón y coge el teléfono. Llaman desde la comisaría. Es Marie, la hermana de Víctor. Ha sido detenida en la plaza de Leninskaja por robar el bolso a una turista austriaca. Víctor suspira hondo, descuelga un chaquetón del armario, da una patada a la botella de vino y sale de la casa cerrándola de un portazo. Al llegar a la comisaría, un gendarme oculto en un casetón de madera le apunta con una linterna. ¿Quién va? pregunta el policía. Víctor da cuentas de lo sucedido y el gendarme le indica la entrada con el puntero de luz. Víctor sube las escaleras hasta entrar en contacto con el calor de la recepción. Camina a lo largo de un pasillo muy iluminado y se detiene frente a la oficina del comisario. Cinco gendarmes, junto con el comisario, están tomando café en torno a un televisor en blanco y negro. Mi hermana apela Víctor. El comisario no contesta. Súbitamente Víctor es golpeado por uno de los gendarmes y cae al suelo sin conocimiento. Los cinco hombres lo arrastran por el suelo y lo empujan hasta una puerta metálica situada al fondo del pasillo. El comisario abre la puerta y lo deja caer por una escalera. Los gendarmes cierran la puerta, ríen y exclaman al unísono: ¡Ahí va el próximo! Víctor ya se ha despertado. Se encuentra en una habitación oscura, sin luz. Poco a poco se va levantando pero se golpea fuertemente con algo en la cabeza. Vuelve otra vez al suelo, esta vez, de rodillas. Intenta gatear hasta una pared pero unos granos de tierra que se le clavan en las manos le hacen caer de nuevo al suelo. Quiere gritar, pero algo se lo impide, está amordazado por una cadena. Víctor decide mantener la calma, se estira por completo en el suelo y comienza a rodar por toda la habitación. Llega hasta una superfície vertical, quizá una pared. Levanta uno de los brazos y la analiza con la palma de la mano. Efectivamente, se trata de una pared. Parece hecha de hormigón y está húmeda. Víctor palpa el muro en busca de un interruptor pero no encuentra ninguno y cae al suelo desesperado. De repente, algo empieza a moverse por la habitación. Produce un sonido hueco, ligero, rápido. Víctor se asusta y se acurruca junto a la pared. El cuerpo desconocido va acercándose rápidamente. Víctor reacciona y se abalanza sobre él. El otro le golpea y huye. Víctor le sigue, tropieza y consigue agarrarlo por una extremidad pero se le escurre y vuelve a escapar. Sabe con certeza que lo que ha tocado es una pierna, lo que quiere decir que hay otra persona en la misma sala que él con una clara intención de agredirle. Según el sonido que se ha producido, ya ha podido deducir que la habitación es pequeña, luego no hay mucha capacidad de movimiento y, por lo tanto, será difícil defenderse de otros posibles ataques. Además la falta de visión entorpece su defensa y los dos golpes recibidos le han dejado desorientado. Víctor duda, no sabe qué hacer. De nuevo algo vuelve a moverse por la sala. Esta vez es un sonido más firme, más pesado, más agresivo. Víctor asesta un puñetazo al aire, pero no consigue golpear a nada. Él, por el contrario, recibe una tremenda patada y cae al suelo con la nariz rota. Está recibiendo muchos golpes y cada vez más fuertes. Víctor, colérico entonces, se lleva la mano a la chaqueta y saca una navaja del bolsillo. La empuña con firmeza, emite un grito con el estómago y hunde la cuchilla en el cuerpo de su enemigo. El otro cuerpo cae inmóvil junto a él, ya no respira, está muerto. De pronto, un sonido chirriante irrumpe en la sala desde la parte superior. La puerta desde la cual había sido arrojado se está abriendo. Víctor mira hacia allí. La luz va entrando lentamente por el vano. Le deslumbra en un principio, pero poco a poco va recuperando la visión. Es el comisario, está en lo alto de la escalera proyectando una enorme estrella anaranjada sobre toda la habitación. En el suelo del sótano una mujer yace amordazada, con los muslos empapados en sangre y una navaja clavada en el corazón. Víctor contempla la escena aterrorizado. Mientras, el comisario, ríe a caracajadas desde su atalaya. |
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