Festín de amotinados (2000)

No puedo dormir

Begoña Torres Roldán

No puedo dormir. Ya no recuerdo cuánto tiempo hace que no duermo. Me pongo sobre mi lado derecho y al minuto me giro otra vez. Nada, no consigo dormir. Enciendo la luz de la mesilla. Miro a Víctor que duerme a mi lado plácidamente, parece que nunca hubiese roto un plato en su vida. Me encanta mirarle cuando está dormido, creo que es el único momento en el que podemos comunicarnos, en el que me atrevo a decirle lo que siento. Debe ser por eso que no puedo dormir, necesito que sepa que lo sé. El detective me dio esta tarde las fotos donde estaba Víctor con su amante, una secretaria de la empresa, según me explicó. Yo las había guardado en el bolso y no las saqué cuando llegó Víctor a casa, no me había atrevido. No comprendo cómo Víctor puede dormir tan bien, así, sin ningún remordimiento, y yo en cambió no consigo dormir. No sé porqué contraté al detective, en realidad no quería saber que me engañaba, creo que sólo quería demostrarme que no soy tan tonta, que no me creía las excusas que me daba. Pero ahora ya lo sé y sigo sin dormir. Debí haberle dejado cuando éramos novios, la primera vez que me engañó, y con mi mejor amiga, fue entonces cuando empecé a no poder dormir. O pude dejarle cuando llevábamos seis meses de casados, entonces tampoco pude dormir. Creo que sólo he dormido un par de meses en los diez años de matrimonio. Sin embargo Víctor ha dormido todos los días, como si no hubiese roto un plato en su vida. Y yo sigo en mi lado de la cama sin poder dormir. Preguntándome que hago con las fotos, intentando sacar valor para hablar con él, porque a pesar de todo no quiero que se vaya. Nunca he querido que se fuese. Quiero seguir teniéndole a mi lado por las noches, despertándome y viéndole dormir plácidamente.

Víctor abre los ojos, me mira.

—¿Qué pasa? —me pregunta.

—Nada — le contesto—, es que no puedo dormir.

Él bosteza y cierra los ojos otra vez.

—Lee un rato —me dice, y vuelve a poner su expresión de no haber roto un plato. Me quedo mirándole, parece un ángel, por qué no se quedará siempre así, a mi lado, durmiendo como un niño. Víctor susurra casi dormido:

—¿Me puedes traer un vaso de agua?

Yo me levanto. Voy a la cocina y lleno un vaso de agua. Sobre la encimera están las pastillas para dormir, me las compró Víctor para que pudiese descansar por las noches. Abro el bote, está casi lleno. De pronto sé lo que hacer, echo todas las pastillas en el vaso de agua. Le doy vueltas con una cuchara hasta que las pastillas se disuelven. Cojo el vaso y voy al dormitorio. Víctor aún está despierto esperando su agua.

—Toma, cariño —le digo, y le doy un beso—. Que tengas felices sueños.

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