Festín de amotinados (2000)

Un murmullo

Rafa Cervera

Las paredes son rosadas. El suelo es de madera. La cama es bastante grande. Sentado sobre ella, sin ropa, estoy yo.

—¿Cómo te llamas? —pregunta la chica.

La observo con calmosa ansiedad. Ella está con sus preparativos. Me sorprende estudiando su cuerpo. Sólo lleva ropa interior. Sonríe. Es una sonrisa incierta. Como si le sonriera a un tabique. Fuera de la habitación hay un murmullo que sube y baja.

—A estas horas hay mucho movimiento —explica.

A mí ese ir y venir, las risas por los pasillos, el sonar insistente del timbre, me envuelve. Siento el deseo esparciéndose por las venas

—Ya está. Todo listo —dice antes de quitarse lo que lleva.

Tiene la piel blanca. Los pechos grandes. El culo prometía más cuando se movía bajo la falda. El vello del pubis está recortado. Es joven.

Le beso el cuello.

Quiere sonreír, pero le sale un gesto que es otra cosa. Me abraza con cierta fuerza. Luego empieza a recorrerme con lentitud. Con pereza. Me aprieto a ella. Murmura algo y después suspira.

—Vamos a la cama —dice sin molestarse en susurrar—, estaremos mejor.

Paso mi mano por su pubis. El vello asoma lo justo. El Monte de Venus pincha. Me lleno de su aroma.

Ella hace su trabajo. Cierro los ojos. Todo está negro el primer segundo. Entonces puedo verla. La misma chica que está conmigo ahora. Sus curvas desnudas me acarician. Me retuerzo un poco. Inspiro con fuerza.

Oigo su voz pero no contesto. Mantengo los ojos cerrados, viendo ese otro lugar que se parece tanto a esta habitación. Allí está la chica, voluptuosa, prendida a mí. Se convulsiona empujándome hacia ella. Me estruja. Su cara se contrae. Fuera continúa el alboroto. Los pasos y las voces.

Al abrir los ojos descubro su mirada extraviada. Como si con cada impulso entrara y saliera del cuarto. En la habitación de al lado suena música alta. Se oye claramente a dos chicas reír y cuchichear por el pasillo.

Me coloco tras ella. Palpo su cintura. Sólo puedo ver su pelo castaño, su espalda, su culo apremiante. Quizá esté pensando en la peluquería. En que se quedó sin yogures. En la plancha averiada. Cierro los ojos para verla girarse complacida. Ella susurra algo que no importa. La imagino insultándome, temblorosa. La veo sudar, sudamos los dos. En el exterior hay silencio.

—Qué bien, mi amor —ronronea al separarse.

No contesto. Sólo quiero escuchar mi corazón dando tumbos. Su pelo revuelto es la única señal de que ha estado conmigo. El resto parece intacto. Saca un kleenex y se limpia. Se deshace del preservativo, con presteza. Enseguida enciende un cigarro. Se pone a hablar. Yo estiro los brazos. Me llevo una mano al pecho, para sentir mis latidos.

La chica habla. Ya no le importa mostrarse cercana. Se rasca junto al pezón y sigue hablando. Me pregunta cosas y yo contesto. Me acaricia y yo sonrío. Mira el reloj. Todavía nos queda un rato, susurra. Fuma y habla. Yo pienso en que ya no me quedan yogures. Me da una toalla y abre el grifo de la ducha.

Salgo y ya está vestida. Está como al principio de todo. Está tal y como la he conocido, hace una hora escasa. Igual, pero despojada del misterio del principio. El misterio de cuando la seguía por el pasillo, mirando su culo moverse bajo la falda. Ahora sonríe y fuma. Me seco observando las paredes rosadas de la habitación. Y pienso si llegaré al supermercado.

La puerta del burdel se cierra a mis espaldas. Casi a la vez se abre la del ascensor. De él sale una rubia ya madura. Es guapa, muy guapa. Tiene los ojos de un verde agresivo. Lleva una bolsa de plástico en la mano. Durante un segundo parece confundida. Mira hacia la puerta de la que salgo. Luego camina con decisión hacia ella mientras yo me dirijo al ascensor. Llama al timbre y se vuelve. Su mirada es lo último que veo antes de que desaparezca, para formar parte del murmullo interior.

En la pared hay varias inscripciones. Hablan de las chicas. Me hacen añorar la casa de citas. Sus paredes rosas, el suelo de madera. Una cama grande y la mujer rubia. Desnudándose con esos ojos verdes, provocativa.

Me pregunto qué llevaría en la bolsa. Me pregunto si habrá hecho la compra antes de venir a trabajar. A lo mejor eran yogures.

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