Festín de amotinados (2000)

La gripe

Ana Macarrón Miguel

A Loló y Javier

Simila similibus curantur
Hipócrates

Miércoles 16 de febrero. Creo que he cogido la gripe. Durante todo el día me he sentido temblorosa, con la cabeza hueca, dolorida y acalorada.

Tengo bastante trabajo que hacer, pero ahora soy incapaz de concentrarme en nada que requiera un mínimo esfuerzo, tan embotada estoy; sin embargo, no tengo fiebre (apenas unas décimas), ni mucosidad, ni tos.

He consultado un libro de homeopatía para averiguar las aplicaciones del Gelsemium que me ha recetado el homeópata, y lo describe como: “Jazmín amarillo, altamente venenoso.” Entre las indicaciones: “Influenza (virus de la gripe), y debilidad nerviosa. Usar cuando el paciente tenga calor, rubor, dolor, temblor, mareo, somnolencia y sensación de estar drogado o débil y tembloroso. Hay dolor de cabeza, pesantez de miembros y ojos, frío en la espalda y estornudos, escurrimiento nasal, garganta irritada y dificultad para tragar. No hay sed”.

Otros muchos remedios homeopáticos tienen también, al parecer, aplicaciones para la gripe, los resfriados y los catarros; nunca he entendido bien la diferencia. Según el libro, unos casos cursan con calor, otros con frío; unos con sed, otros con pérdida de olfato y boca reseca pero sin sed. Unos mejoran al aire libre, otros empeoran con clima húmedo y aire frío; ¡hay toses que empeoran en habitación tibia…!

Mercurius solubilis, Nux vómica, Pulsatilla, Belladona, Natrum muriaticum. ¡No a todos los pacientes con la misma enfermedad les sirve el mismo remedio! Ante este repertorio me pregunto qué tipo de gripe o catarro es el mío, y si me estarán medicando bien. Porque al principio tenía la garganta áspera, irritada, y en ocasiones la sentía hinchada y bloqueada, pero podía tragar. Sin embargo, esos síntomas ya han pasado. Ahora me escuece moderadamente la cabeza y tengo un ligero “escurrimiento nasal”, pero también tengo sed, algo de temblor, sobre todo ante el calor, y no frío en la espalda. Una gran sensación de calor febril que no se corresponde con la temperatura que marca el termómetro: 37,1º a las siete de la tarde.

El pañuelo está húmedo, y en la nariz siento alfilerillos claveteándose. Debo tenerla roja y escoriada: una bonita mancha en la piel gris verdosa y opaca de mi cara. Siento como si hubiera esnifado un litro de agua de limón con sal cargada, y después me hubiera tapado la nariz con una pinza. Un gusanillo se ha colado por la fosa izquierda y, reptando reptando, escala hasta la frente donde mordisquea y martillea. ¡Me escuece! Tengo los labios resecos y tirantes. ¡Qué mal me encuentro!

¡Vueltas, vueltas y más vueltas! ¿Qué puedo hacer? ¿Cómo atajar este malestar? Pero, no sé, parece que está bajando el calor. Son las nueve de la noche. Vuelvo a ponerme el termómetro con la esperanza de que opere un sortilegio y me baje la temperatura: 36,8º. ¡Bueno, parece que la cosa no es tan grave! No tendré que pasar una noche febril y sola.

De todos modos, no sé si es normal que tras cuatro días aún sigan los síntomas. Otras veces reaccionaba antes. ¿Será un catarro o una forma nueva de gripe? ¿Me estarán medicando bien? O, tal vez, estoy anormalmente baja de defensas. ¿Será otra cosa? No: probablemente le he confundido al médico con la vaga descripción que le hice de mis síntomas, y me trata como un paciente de “dolor enloquecedor”, “colapso”, “hemorragia nasal”, “dolor de oídos” o “sensación punzante”. O tal vez, el Natrum muriaticum: “sal común, resfriados recurrentes y depresión”, para resfriados con “estornudo, aftas y si hay mucho catarro nasal” que estoy tomando actualmente, me lo ha podido provocar.

Estoy hecha un lío. Me gustaría controlar la situación, pero no sé qué es, al final, mejor: la homeopatía o la medicina tradicional con sus “bombazos”. Creo que, en ocasiones, determinada información, incompleta, confunde. Quizás soy muy impaciente, ¡pero tengo la boca estropajosa, me escuecen la nariz y la cabeza, y siento como si los músculos y los tendones se hubieran contraído de golpe y tuviera los huesos cortados!

¡Y ahora la perrita se pone a ladrar, con esa voz chillona que me taladra los oídos! ¿Qué le pasará? A lo peor está también enferma. ¡Ah, pero, ahora recuerdo el arañazo que me hizo hace dos días! Mira que si me ha contagiado algo. ¡El tétanos!; a ver que recuerde: ¿cuáles son los síntomas? No sé si estoy vacunada. Creo que era una enfermedad grave, incluso mortal si no se coge a tiempo. ¡Qué horror, lo que me faltaba! Puede que esa sea la razón de mi gripe persistente: ¡Me estaré quedando sin defensas, con esta boca seca y los músculos agarrotados que tengo! No sé si vestirme e irme a Urgencias o, no, mejor llamo para que venga el médico aquí: No me puedo mover, no tengo fuerzas.

Quién me mandaría meterme en estos líos, ¡coger un animal! ¡Con lo sucios que son y las enfermedades que transmiten!

Y ahora se me acerca moviendo tan contenta el rabo, ajena a todo, como si aquí no pasara nada. ¡Me mira con unos ojitos! Bueno, tranquila, está vacunada y revacunada; creo que estoy exagerando, pensándolo bien, NO PUEDE PASAR NADA.

En fin, creo que lo mejor que puedo hacer en estas circunstancias es tomarme un zumo de zanahoria y limón, y dormirme. Mañana será otro día soleado. El sueño lo cura casi todo.

Haz clic aquí para imprimir este relato

Ir al siguiente cuento

Volver al índice del libro