Festín de amotinados (2000) |
House of death 3 |
Carlos Molinero |
El zombi revienta ante mis ojos gimiendo en un poderoso dolby estéreo. Bajo la pistola y recargo. Las tragaperras llaman la atención. Los coches del GT me quieren atropellar. Subo la pistola. Lo haces bien, dice Grasa. Lo sé. Respiro y huelo el desinfectante a pino. Alguien abre la puerta y entra la luz. Me deslumbran. Es ella. La miro por el rabillo del ojo. Alguien ha ganado a la máquina de bailar porque suena un bakalao roñoso. El frío me golpea a la vez que su perfume. Comienza la última fase. Fijo mis gafas. Ya los tienes, grita Grasa. Suenan las tragaperras. Mis zapatillas se deslizan. Levanto la cabeza y a través del espejo del techo la veo a mi lado, mirando mi partida. Mi pistola. Mi lucha. Disparo con precisión. La gente me rodea. El GT no suena. Las tragaperras no están. Sólo ella, el zombi y yo. La huelo, la oigo, la respiro. Disparo. El zombi jefe ha muerto. He ganado. Grasa me da un abrazo, pero me zafo de él. Me giro y la veo a ella a través de mis cristales empañados. Sonríe. Bajo la pistola. Llega el rubio de cuarto A. La coge de la mano. El ruido de las máquinas me perfora el cerebro. Ella sale y me quedo sin su olor. Has ganado, dice Grasa. Sin su pelo. Asiento y echo una moneda. Sin sus ojos.
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