Festín de amotinados (2000) |
Sólo quería saber si habías sido tú |
Flor Moral |
Para Fernando,
por su paciencia infinita Mi foto sale hoy en la portada de El País. Jesús Ezcurra, alias Josu, integrante del comando que, presuntamente, atentó contra la vida de Javier Mendieta, diputado del PSOE. No quiero saber nada más, no me interesan las noticias de los periódicos españolistas, los hijos de puta siempre cuentan la película como les interesa. Esto es una guerra, pero ellos lo ocultan, lo manipulan para que no se entere la gente. ¡A la mierda con la gente!, ¡qué me importa a mí la gente! Me resulta raro estar aquí, en la Costa Brava, pero era lo mejor, el sitio más seguro. Cuando llamé a Itziar estuvo muy fría, como siempre. Supongo que algo se imaginará, pero cuando le dije que era muy urgente, que necesitaba algún sitio donde meterme unos días, que tenía que salir de Euskadi, después de una larga pausa me dijo que viniera aquí, que me enviaba las llaves a la lista de correos de Sitges, que le dijera a qué nombre debía enviarlas. Siempre fue muy lista, mi padre estaba muy orgulloso de ella, más que de mí. El chico va bien, pero la chica es muy inteligente, llegará lejos. Y cuando nos dijo lo de las oposiciones el pobre hombre no sabía si estar orgulloso o disgustado, era su orgullo y se iba a trabajar para ellos. Porque nosotros hemos aprendido en casa, fue mi padre quien nos enseñó euskera y él quien nos hablaba de la dictadura y de las fuerzas fascistas de ocupación. Sí, ya lo creo que nos enseñó. Itziar también creía en nuestra lucha. Diecisiete años tenía cuando el Juicio de Burgos, cuando las últimas ejecuciones del franquismo; y yo, doce. Ella, entonces, era abertzale y hablaba y hablaba y decía que debíamos luchar por lo nuestro, por nuestro futuro como nación, lo recuerdo muy bien. Pero se fue a la Universidad, con sus amigos maketos, y cuando terminó Derecho no era la misma, decía que había cambiado la situación, que vivíamos en una democracia. Yo no aceptaba su democracia, debíamos conseguir nuestra independencia, porque nosotros somos vascos, un pueblo, una nación y una bandera. Mi padre nos miraba y el hombre decía que debíamos seguir luchando, pero que no era justo matar inocentes y no comprendía que en todas las guerras caen inocentes, que ninguna se detiene para que se aparten las mujeres y los niños. Mi hermana se fue a Madrid, venía poco, sólo algunos días en vacaciones. Después, nos dijo que había aprobado las oposiciones para abogado del Estado. Fue un duro golpe... me sentía traicionado, le dije que era una vergüenza que tuviera sangre vasca, que ella me había enseñado cuando éramos pequeños y ahora nos traicionaba, a los que habían caído en la lucha, a nuestros amigos torturados y encarcelados, y ella quería abandonar, ¿es que se había vuelto loca?, ¿es que no tenían importancia los años de lucha? Los muertos no se olvidan, se llevan en la sangre. Nada había cambiado, las fuerzas de ocupación seguían allí, más presentes que nunca. Pero a ella no parecía importarle, nuestra causa la necesitaba y se marchó. Todos estos años llamando a casa, a mi madre, un par de veces al mes, ni siquiera nos dijo que se iba a casar hasta el día anterior, y mi madre se pasó días sin hablar, como ida. Mi hija se ha casado y nosotros aquí, y por el juzgado y... del novio qué sabemos. Nada, no sabemos nada. Se presentaron a cenar el día de Nochebuena... Podían haberse ahorrado el viaje; mi madre parecía feliz y el viejo miraba sin decir nada, y el español intentando quedar bien, pero sus botellas de Vega Sicilia se quedaron allí sobre la mesa, muertas de risa, nadie bebió, ni brindó. Al día siguiente se fueron. Hubiera preferido no tener que pedirle ayuda, pero estaba perdido, nos seguían los pasos, sólo yo he podido escapar, estoy seguro de que tienen algún topo. En esta guerra sucia, ellos tienen sus métodos y eso no les espanta a los que van a las manifestaciones. Utilizan métodos fascistas de tortura. Tienen muchas caras, por eso siento ganas de vomitar cuando veo sus jetas pendiendo de las farolas, como pájaros de mal agüero, como cuervos, o quizá como cadáveres colgando de árboles muertos. La campaña electoral ha empezado y ahí están sonrientes y con las manos más sucias que nadie. Mi padre dejó de interesarse por la política. Él lo sabía, siempre ha sabido que yo pertenecía a la organización, aunque nunca me preguntaba qué era lo que hacía allí. Mi madre tampoco. Hijo, ten cuidado, tú sabrás lo que haces, ha sido su frase favorita. La primera vez que lo oí debía de tener quince o dieciséis años. Fue cuando dejé el instituto. El curso anterior había sido un desastre, no aprobé más que una. Mis colegas y yo nos íbamos a fumar porros al caserío de Txomin. Allí siempre recibíamos pequeños encargos:Quemar alguna sucursal bancaria, organizar alguna tángana en actos públicos. Tampoco tenía demasiado interés por lo que enseñaban en el instituto. Cuando mi hermana se enteró me dijo que olvidara la política y terminara el bachillerato, pero entonces ya no me importaba lo que ella decía, era una españolista, la Universidad supongo. Y mi madre: hijo, ten cuidado, tú sabrás lo que haces. Y el viejo: pues si no quieres estudiar te buscas un trabajo, que en esta casa no se mantienen vagos. Y yo dejé el instituto y poco a poco fui trabajando más para el partido, buscando gente nueva, organicé algunos comandos fuera de Euskadi. Pasé una larga temporada en Sevilla y allí sí me surgieron algunas dudas, aquella gente era amable y abierta, pero incapaz de comprender lo que ocurría en Euskadi. Conocí a una chica sevillana pero, repentinamente, tuve que volver. No pude ni despedirme, aunque, ¿para qué? Es mejor así, irte de los sitios como llegas, sin avisar. He subido al apartamento, no sé muy bien de quién es. Es un ático en un edificio de apartamentos de playa. Está vacío, afortunadamente. Desde la terraza se puede ver la puesta de sol mientras los últimos rayos parecen encender hogueras en el horizonte. Las manifestaciones de dolor y repulsa se suceden, pero a mí han dejado de importarme hace mucho. Yo creo que nunca me afectaron; siempre he pensado que la gente que iba allí estaba manipulada por los partidos que ostentan el poder. ¿Qué importan unos miles de personas manifestándose, actuando como corderos tras sus dirigentes políticos? La gente no es nada, no sabe nada, y cuando algo no les interesa hacen como mi madre: mira para otro lado y habla del tiempo. Ellos lo sabían, sabían que iba a ocurrir, ya lo creo que lo sabían. Pero siempre es igual: fingen sorpresa e indignación y se alegran en su fuero interno de no haber sido ellos los elegidos. He recibido instrucciones de ocultarme. Les he dicho que no me encontrarán, ni siquiera ellos. No saben dónde estoy, ni me han preguntado, sólo que estoy en algún sitio de España, lejos de Madrid y de Euskadi. Tengo que esperar unos días. En el salón he visto libros, he encontrado uno de Jon Juaresti. Iba a tirarlo, pero lo he abierto. Estaba firmado, con una dedicatoria para Itziar. Me paso todo el día metido en casa. Apenas salgo. Bajo a comprar el periódico, algunas revistas y comida, leo las cosas que dicen, y se ve claramente que no entienden cuál es el problema. Todos quieren analizar y decir qué es lo que pasa en Euskadi, pero no tienen ni puta idea. Llevo demasiados días aquí encerrado. No puedo dormir y sólo oigo palabras, palabras vacías que se repiten como un maldito soniquete. Todo es un asqueroso montaje. Son como putas ofreciéndose al mejor postor. Yo te lo haré gratis. Y yo, y además te lo rebajaré de esos impuestos que no pagas. Son putas, unas putas viejas y arrastradas, putas y curas. Teníamos tantas ilusiones, tantos ideales y ahora... aquí, escondido para que no me encuentren. Llevo mucho tiempo trabajando, haciendo los encarguitos que me mandan, nunca quise hacerme demasiadas preguntas, no son buena cosa las dudas, empiezas a mirar de forma diferente y nunca sabes qué te vas a encontrar. Son las ocho, me ha despertado el móvil, es Itziar: ¿Qué ocurre? Sólo quería saber si habías sido tú. No estaba preparado, no esperaba esa pregunta. Tragué saliva y empecé a hablar entrecortado: Verás... Itziar... Lo suponía. Te ayudaré. Tendrás un buen abogado. Lo siento, hermano. Tiré el teléfono. ¡La muy hija de puta! |
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