Festín de amotinados (2000)

¡Qué guapa estás!

Ana Moreno Medina

¡Qué guapa estás! Todavía más guapa que la última vez. El dolor a veces embellece. Sí, soy un indeseable. La de veces que habrás llorado con ese llanto callado, dulce, con ese llanto lento que me sobrecoge. La de veces que, en mi ausencia, habrás declarado la guerra al mundo, a tu familia, a ti misma. La de veces que te habrás encerrado en casa, pegada al teléfono con la intuitiva convicción de que llamaría... Lo siento. Lo siento. Me daba vergüenza llamarte. ¡Qué guapa estás! Me encanta verte dormir...

Ya estoy aquí. He venido a quedarme, si me dejas... Ya te lo he dicho esta tarde, en el mensaje que te he dejado. Gracias por no haber cerrado, gracias... Me encanta verte dormir. Me da mucha serenidad. Esa serenidad que yo no tengo y que envidio de ti. Dentro de poco te despertarás. Sentirás mi presencia y te despertarás. Me quedaré a tu lado hasta que lo hagas, mirándote, deseándote, imaginando tu cuerpo que tanto conozco. Te despertarás, suavemente, lentamente, como todo lo que tú haces. Te despertarás y tu mirada se me clavará, me dolerá como no te imaginas... Esa capacidad tuya de perdonarme una y mil veces me fustigará como el mayor de los castigos. Lo siento. Ahora estoy aquí. Estoy aquí. Aquí. Esta vez para quedarme siempre a tu lado. Paula, lo he pensado mucho. Sé que no tiene sentido hacer comparaciones, pero ahora sí que sé que no hay otra como tú. Ahora sí que sé que no habrá ninguna otra mujer, que no me iré con nadie más. Sólo tú me quieres de verdad. Ya estoy aquí. Contigo. Sólo contigo.

Te pediré perdón. Te suplicaré que, por favor, me dejes quedarme. Te contaré que te he echado mucho, mucho, de menos. Me mirarás, fijamente, y no hablarás. Sólo me mirarás. Con esos ojazos tuyos. ¡Qué guapa eres! Tienes los ojos más bonitos que he visto nunca. Me mirarás fijamente y tu amargo dolor me traspasará. Recibiré contento tu dulce veneno. Me lo merezco. Soy un indeseable. Estarás un rato callada, moviendo la cabeza, de un lado a otro. Me dirás que lo sientes, que ya no te fías, que la última vez te dije exactamente lo mismo, hasta con las mismas palabras, y que por qué habrías de creerme, que no quieres volver a quererme, que no te trae nada bueno, que te hace daño. Me contarás que ya no sabes si sientes algo por mí, que llevas tres semanas haciendo tu vida, sin mí, y que yo no he dado señales de vida, que ya no me quieres, que ya no me quieres, que ya no quieres volver a vivir conmigo. Me acercaré a ti y me quitarás la mano. Te diré que lo siento, por enésima vez y te contaré que he vuelto para quedarme, que lo de Olga sólo duró dos días. Me dirás que yo nunca me comprometeré, que me asfixia la falta de libertad, que las raíces impuestas no me gustan, sólo las elegidas. Que estaré unos meses y luego me volveré a marchar y que ya no aguantas más. Lo siento. Sí, soy indeseable. No te merezco. Pero te diré, que, por favor, me des otra oportunidad, que te quiero, que te quiero mucho. Que me he cansado de las aventuras, que no me compensan. Me acercaré a ti por segunda vez. No me quitarás la mano, lo sé, aunque tampoco me darás la tuya. Todavía oiré alguna vez más lo de mi miedo al compromiso, esa frase que me dices tanto de que tú no eres mi familia y que tú no vas a manejarme, como lo han hecho en mi casa. No aguanto que me conozcas tan bien. Me da miedo. Me das miedo. Pero te quiero, cada vez me sorprendo más a mí mismo con este sentimiento. En el fondo, tú lo percibes y por eso esperas a que yo me comprometa algún día, por eso no me quitarás la mano esta segunda vez y por eso me dirás que ésta es la última vez que probamos, la última vez que lo intentamos. Me acercaré más a ti y esta vez permitirás que bese tus labios, que te acaricie la espalda. Permanecerás un rato pegada a mi pecho y me darás luego permiso para que te exprese lo que te necesito y las ganas que tengo de quedarme contigo. Paula, quiero intentarlo, déjame, Paula, déjame...

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