Festín de amotinados (2000)

Mitos al revés

Diego Parra

De penas y estrellas

Cuentan que hace tiempos, cuando el mundo era aún muy joven, un hombre sentado al borde de un lago sintió una gran soledad. Así que decidió ponerse a contar, en mitad de la noche, sus estrellas y sus penas. De pronto comenzó a llorar al borde del lago mientras miraba el reflejo de la noche. Y mientras lloraba, pensaba cuántas estrellas existían en el cielo y no lo podían consolar: debía haber algo muy grande detrás de aquel reflejo. Sus lágrimas fueron cayendo, una a una, en la superficie del lago. Pero una vez tocaban el agua, se convertían en semillas, que iban bajando muy despacio hasta tocar el fondo. El hombre siguió su camino, pero allí, en aquellas aguas, crecieron unas cañas de madera larga y hueca.

Otro hombre pasó por ahí y vio el batir de las cañas con el viento de la noche. Cortó varias de ellas y construyó una flauta que tocaba en sus viajes y andares. Y cuando tocaba, otros hombres y otras mujeres se sentaban a su alrededor y se sentían extraños y pequeños, diminutos. El hombre comenzó a enseñarles el arte de tocar la flauta, y poco a poco todos ellos comenzaron a dejar sonidos en sus viajes por el mundo.

Y cuentan que la música hablaba de un ser inmenso, formado por las tristezas y los vacíos de todos los hombres, desde que uno de ellos había llorado una noche, al borde de un lago inmenso. Y así, creó el hombre a Dios, y fue creyendo, y fue creciendo...

Copias de un dios insomne

En el sexto día, y después de crear la luz, la noche, los animales, los árboles, el mar, los ríos y las piedras, Dios se sintió cansado, e intentó dormir.

Pero era tal su cansancio, que sus párpados apenas si se podían unir: Dios tenía insomnio.

Así que en su impotencia divina, decidió crear unos seres pequeños, iguales a él, que pudieran dormir su sueño no dormido. Y así nacieron los hombres, copias de un dios insomne, que deambulan por el mundo creyéndose despiertos. De cuando en cuando el amor, o una estrella, o una luz profunda, despiertan las raíces del hombre, que se asombra en su corta vigilia, y se siente diminuto e inmenso a la vez, como una gota de agua diluyéndose en el mar.




Copias de un dios insomne (2)

A Ulpiano Ruiz

En el sexto día, y después de crear la luz, la noche, los animales, los árboles, el mar, los ríos y las piedras, Dios se sintió cansado, e intentó dormir.

Pero era tal su cansancio, que sus párpados apenas si se podían unir: Dios tenía insomnio.

En su intento por dormirse, Dios inventó el tedioso y repetido juego de contar criaturas. De esa forma surgió el hombre. Desde aquel momento que nosotros llamamos el inicio de los tiempos, Dios pronuncia un número y una nueva criatura salta de la cerca de las tinieblas y nace al mundo. Pasan los años y nuestro número sigue aumentando, pero por desgracia para él, Dios no ha conseguido dormirse.


El primer hombre

Cuentan que el primer hombre, estando solo y aburrido, sentado en una piedra, se puso a inventar palabras. Inventó la palabra camino, y se adentró en él. Pero se dio cuenta de que estaba solo y abandonado. Entonces inventó la palabra árbol, la palabra pájaro. Y el aleteo hizo mover las hojas verdes.

Y así siguió: Inventando, caminando, jugando.

Casa: se vio salir un humo azul, sobre el tejado, junto al camino.

Gato: y se escuchó un maullido tenue, dentro de la casa.

Y así siguió: Inventando, caminando, jugando.

Río: y se oyó un rumor de agua, luchando por buscar un cauce y llegar al mar.

Silla: y se sentó en su nuevo invento, a mirar su paisaje recién bautizado. Pero el hombre se aburrió de su invento. Y se inventó la palabra olvido. “De ella se irán a desprender todo el resto”, pensó.

Y así se fueron desapareciendo uno a uno el camino, la silla, el árbol, el río, el pájaro...

De repente, apareció una palabra que él no había llamado. Y era tan extraña, que aún a fuerza de tratar de olvidarla, al hombre le quedaba imposible. Era una mujer.

La mujer se acercó, y lo besó por primera vez. El hombre cerró los ojos, y cuando los abrió volvieron a aparecer uno a uno, el camino, la silla, el árbol, el río, el gato...

Cuentan que desde ese día, los hombres andan caminando por el mundo, inventando unas cosas y olvidando otras...

Y las mujeres también caminan y deambulan por el mundo, recordándole a los hombres que hay cosas que no se pueden inventar, pero tampoco se pueden olvidar.


El Metro de Madrid

En el Príncipe Pío de los tiempos existían únicamente Cuatro Caminos. Aquellos Cuatro Caminos conducían a una Laguna, que aunque era Chueca, estaba bañada por Ríos Rosas, e iluminada por un Lucero y una Estrella.

Cuentan que un día vino bajando por un Canal Estrecho un dios: Atocha. Y cuentan que Atocha, lleno de Esperanza y Prosperidad, subió al Alto del Arenal y, Callao y Pacífico, pidió al Sol una compañera. De repente, se iluminó una Cruz del Rayo, se abrió una Gran Vía junto al Lago, y descendió una diosa con Vista Alegre, llamada Carabanchel. Dicen los que saben que Carabanchel se unió en Delicias con Atocha, y formaron un Pueblo Nuevo.

Por eso aquel Lago, desde aquel hermoso Empalme entre Atocha y Carabanchel, se conoce como el Barrio de la Concepción.




Diálogo robótico

(Cuento breve de ciencia-ficción)

Robot 10: “Mi sistema me permite formular únicamente frases de diez palabras.”

Robot 9: “Lamento decirles que mis circuitos permiten únicamente decir nueve.”

Robot 8: “Mi diseño, más primitivo, sólo me permite ocho.”

Robot 7: “Debo confesarles algo: yo sólo digo siete.”

Robot 6: “Yo únicamente hablo en seis palabras.”

Robot 5: “Mi sistema acepta sólo cinco.”

Robot 4: “Yo sólo digo cuatro.”

Robot 3: “Yo únicamente tres.”

Robot 2: “Yo, dos.”

Robot 1: “¡Hostiaaa!”





Autodiagnóstico

—Para ser sincero, y después de escuchar con atención su caso, debo decirle que es poco lo que puedo hacer por usted. Su caso requiere de un especialista —se dijo así mismo el hombre que sufría de doble personalidad.

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